El sol ha vencido, tras esfuerzo titánico, al Cabeçò d’Or y empieza peinando el mar Mediterráneo en la bahía de Alicante y Santa Pola; todos a una, los almendros floridos del Valle de Xixona se ponen de acuerdo para desesperezarse; mientras, el astro maquilla ya la protectora Penya Migjorn y Segon Querena; y en eso que resplandece de súbito la turronera Jijona y se transforma el verde musgo de las pinadas desde el espectacular Montagut, plástica montaña que limita con La Torre de les Maçanes
Primero peina el sol el mar Mediterráneo de la bahía de Alicante y Santa Pola en un lunes ventoso y fresco de febrero. Los almendros en flor cuajada del valle empiezan a desesperezarse, pero aún duermen al abrigo de la Carrasqueta.
Ese sol trepa hacia el cielo rosáceo unas veces, casi violeta; gris nublado las más. Y empieza a maquillar a la omnipresente Penya Migjorn, a su escudera Segon Querena. Siempre guareciendo al pueblo del turrón. Mirándolo de reojo por enamoramiento.
Ese astro brillante ventoso de hoy no da tregua. Sigue escalando y en eso que resplandece Jijona tenuamente, rodeada de otras sierras dentadas y de su castillo almohade.
Desde el Pou del Surdo o Cava de la Neu y, más adelante, desde Montagut, sin duda un monte puntiagudo pero bello y muy rico en vegetación, el día arranca apasionada y tranquilamente. Con ínfulas de paz y libertad, que pueden desde el crespúsculo con las molestas rachas de poniente.
El valle de Bugaia o de Xixona, por ser el más grande y sin duda hermoso, empieza a desmelenarse. El tono verde musgo de las pinadas en lontananza cambia de repente a verde esmeralda. El sol acaba de destronar, tras un esfuerzo titánico, al Cabeçò d’Or.
El tono verde musgo de las pinadas en lontananza cambia de repente a verde esmeralda
De súbito, resplandece, irradia, ya Jijona, el pueblo del turrón. Llueve viento y las nubes, desde Montagut, una plástica montaña que limita con La Torre de les Maçanes, adoptan color rosáceo y ciertas formas humanas angelicales.
Apasionadamente, la vista del turista quiere meterse en el bolsillo tan abundante naturaleza bella. Llevársela para siempe a su casa, tan grande es el placer de oír y ver desde el agudo cabezo. Un lugar donde escaparse. Y respirar.
Y en eso que subimos al punto geodésico, a 1.080 metros sobre el nivel del mar, y con voz suave y dulce tratamos de chapurrear al Azorín de esa «Jijona surge súbita y audaz trepando la sierra».
Prueben este rutazo desde el Pou del Surdo o Cava de la Neu y, si eso, ya nos dirán…
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