El escritor Antonio Monerris Hernández relata en su libreto ‘Antiguas Costumbres Jijonencas’, editado por la Asociación San Bartolomé y San Sebastián en 1985, que «la luz procedía de una fábrica existente en la actual calle Alicante»
«Interesante es que reparemos en el historial del alumbrado eléctrico de nuestra ciudad. En un programa de las fiestas mayores del año 1902, se anuncia la inauguración del mismo en las calles por iniciativa municipal, cuya luz procedía de una fábrica que existía en la actual calle Alicante.
Notable salto al pasar de la arcaica farola de aceite a la luz de eléctrica sin intermedio de utilización de gas y otros alumbrados decimonónicos. Pero la ciudad, más tarde, se encontró sin la fábrica de referencia y tuvo que ser suministrada por la Hidroeléctrica de San José, de Ibi, que adquiría la energía eléctrica a otroa compañía y, en cuanto a nuestro servicio de luz, no dejaba de ser un subarriendo.
Más tarde se encontró sin la fábrica de referencia y tuvo que ser suministrada por la Hidroeléctrica de San José, de Ibi
En épocas de temporales de nieve y lluvia, quedaba afectado el servicio de la ciudad por averías en la conducción de la corriente que procedía de Ibi y entonces se utilizaba la llamada de Terol, producida en el molino del mismo nombre en las cercanías de la villa de Tibi.
El alumbrado en cuestión consistía en una mortecina y tenue luz de color amarillento y muy débil y que, a modo de emergencia, solucionaba la iluminación nocturna jijonenca. Así las cosas, el problema dependía de lo que se inviertiera en el arreglo de la parte de la línea afectada. Quizá la vez que la ciudad estuvo más tiempo sin luz de Ibi y con más días utilizando la de Terol fue en la nevada del segundo día de Navidad de 1926.
Quizá la vez que la ciudad estuvo más tiempo sin luz de Ibi y con más días utilizando la de Terol fue en la nevada del segundo día de Navidad de 1926
Fueron más de veinte días con sus veinte y tantas noches con aquella deficiente luz. Un detalle curioso fue la interrupción de una proyección cinematográfica que tenía lugar en el Salón Mundial. Se proyectaba ‘La Casa de Troya’, película de ambiente estudiantil desarrollada en Santiago de Compostela y como quiera que era de las llamadas de series y a exhibir en las fiestas navideñas para finalizar el día de Reyes, el público se quedó sin ver casi la mitad de los episodios, ya que los que faltaban nunca más fueron proyectados porque quedaron atrás las fechas comprometidas por la empresa.
Y a pesar de que la empresa quedaba eximida por el hecho de ser causante de dicha supresión la climatología y la impotente luz de Terol, el público no perdonó nunca la famosa interrupción. Los célebres apagones duraron mucho tiempo aquí.
En mi casa paterna de campo nos alumbrábamos con un quinqué y algún que otro candil. Una noche tempestuosa la ciudad se encontraba a oscuras. A la luz del quinqué se encontraba enfrascado en la lectura de un famoso libro de Julio Verne. Sucedía en la Gran Rusia. Un oficial de la Guardia Imperial era enviado por el zar a Siberia al objeto de llevar un mensaje y depositarlo en manos del gobernador general de aquel territorio, a la sazón seriamente amenazado por la insurrección de unas hodas tártaras.
El oficial en su azaroso viaje protagonizaba unas vicisitudes muy importantes dentro de un sinfín de aventuras a través de la estepa. Y por fin llegaba felizmente a su destino. Tales hazañas, producto de la imaginación del escritor francés, no dejaban de ser un hecho fantástico, pero al propio tiempo equiparables a cualquier suceso real. Ni qué decir tenía la condición personal del apuesto oficial moscovita, caballero de brillante uniforme dado a su profesión y acostumbrado al protocolo y vida cortesana, en la capital del imperio y súbitamente convertido en mensajero y aventurero en las inhóspitas estepas. Erase todo un amasijo de contrastes humanos como otros más que siempre quedan en el anonimato.
De mi abstracción me sacó la voz de mis mayores que me enviaban al lecho. Pensaba en la luz, en la oscuridad de la noche y en todo lo que puede surgir en medio de las tinieblas y, al mismo tiempo, en la llegada del amanecer cuando la claridad del día vence a la noche siniestra.
Me vino al pensamiento el héro de Julio Verne en su ruta noctura animada por la esperanza de distinguir unas luces en la lejanía de la vasta estepa siberiana
Antes de dirigirme a mi aposento para descansar quise asomarme al exterior y lo hice abriendo con sigilo un poco la puerta de la casa. El viento de levante soplaba enfurecido al mismo tiempo que arrastraba una fuerte lluvia. Miré hacia el espacio oscuro. La cercana umbría era una inmensa sombra y, más allá, entre la lobreguez de la ciudad, advertí unas tenues luces.
Y en el preciso momento me vino al pensamiento el héro de Julio Verne en su ruta noctura animada por la esperanza de distinguir unas luces en la lejanía de la vasta estepa siberiana.
(EL AUTOR DE LA BONITA FOTOGRAFÍA DE LA PLAÇA Y EL CASTILLO Y CASCO ANTIGUO DE JIJONA ILUMINADOS QUE APARECE EN EL CENTRO DE ESTE ARTÍCULO ES JOSEP MIQUEL ARQUES GALIANA)
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