Duró casi una década la decisión del régimen de Fidel Castro de regalar desde la Navidad de 1962 una pastilla de 300 gramos a cada cubano adulto y otra pequeña de 150 gramos a cada niño, y permitió incluso a las empresas jijonencas invertir en su modernización y mejorar salarios
El sueño de todos los fabricantes de turrón de Jijona llegó en plena expansión económica, tras la autarquía, y lo hizo de la mano de la Cuba de Fidel Castro, el cual entró en La Habana el 5 de enero de 1960. El dictador envió a Madrid en el año 1962 a una delegación estatal cubana de compras, la cual entra en contacto con los fabricantes de turrón de Jijona, la auténtica cuna del dulce navideño más universal. El pueblo dulce experimentó un gran subidón. El exalcalde y cronista oficial de Xixona, Fernando Galiana Carbonell, lo llega a calificar de ciclo de «verdadera euforia y prosperidad en Jijona».
Se refiere Galiana al período comprendido entre 1962 y 1971, un segundo período de relación comercial entre Jijona y Cuba (ya existía venta de turrones y dulces, e incluso fabricación in situ, desde finales del siglo XIX).
¿Qué pasó desde 1962?. Pues que la decisión de Fidel Castro de gratificar a la población y hacerles más dulce y llevadera la Navidad obligó a las fábricas de Jijona a ponerse las pilas en ese mismo año, ya avanzada la campaña de fabricación de turrón para España. Las fábricas, sus empresarios, sus maestros y sus operarios, tuvieron en muchos casos que trabajar de noche y de día. «Jijona entera se moviliza», escribe Fernando Carbonell en su interesante libro ‘Anales y Documentos Históricos sobre el Turrón de Jijona’.
Aún hoy los empresarios y los trabajadores del turrón, hijos y nietos de aquellos infatigables operarios de los años 60 del anterior siglo, recuerdan lo que supuso para la cuna del turrón el gran pedido de Cuba, una suerte de sueño caribeño que dio empleo y dinero a todos los habitantes.
«Los pedidos son embarcados en su fecha y cobrados religiosamente en el momento de haberse estibado en las bodegas de aquel navío», relata Fernando Galiana.
Durante unos ocho años, se produjeron estos importantes pedidos de millones de barras de turrón made in Jijona, para todos los adultos y niños cubanos. No sólo supuso una mejora económica de la población jijonenca por la vía de los ingresos salariales. También permitió por aquellos años de prosperdiad que algunas mercantiles modernizaran y adecuaran sus factorías.
Las relaciones comerciales del Dapartamento Alimport de La Habana fueron en aquellos años muy cálidas y de frecuente trato, traduciéndose en una primera invitación a la República de Cuba de los industriales turroneros jijonencos en el año 1967, explica el exalcalde y excronista oficial de Xixona.
Posteriormente, en el año 1970 hubo otra visitía de cortesía a Cuba, con motivo del décimo aniversario del régimen castrista. Cuenta Fernando Galiana que él fue, junto a otros empresarios jijonencos, uno de los expedicionarios que viajaron en un avión de Iberia que les trasladó desde Barajas al aeropuerto internaional Rancho Boyeros.
«Vimos con gran respecto, pero no con compolacencia, lo que se nos mostraba, pues nuestros conceptos sobre modelo de sociedad y de iedeas eran completamente diferentes, pero ello nunca fue motivo para enemistarnos ni acalorarnos en discusiones, cuando podía salir algún motivo de roce, buscábamos los vínculos comunes y de sangre que unen a ambos pueblos», describe el exalcalde.
«La situación económica se había deteriorado en Cuba o las directrices político económicas eran otras», razona Galiana
Todo marchaba bien. Nada hacía presagiar que acabara el gran pedido cubano. Pero expiró. Fue en el año 1971 cuando Cuba dejó de realizar el pedido millonario de barras para las Navidades de sus ciudadanos costeadas por el Gobierno de Fidel. «La situación económica se había deteriorado en Cuba o las directrices político económicas eran otras», razona Galiana.
El fin del sueño cubó supuso un golpe bajo duro para la industria del turrón de Jijona. Lo resume así el cronista: «Jijona sintió verdaderamente la ausencia de relaciones comerciales que tanto le habían supuesto y continuó trabajando y luchando para suplir esta baja en la producción, la cual completaba el ciclo productivo y destarraba la estacionalidad de nuestra fabricación, que, como losa, pesa sobre esta industria y cuyo problema hemos sido incapaces de solucionar hasta la fecha».
La exportación a Cuba sigue siendo testimonial, salvo en casos puntuales de consumidores ligados a las clases económicas más pudientes del país caribeño.
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