El pintor López Mira en el recuerdo

El talento artístico de José Eduardo ‘Pepito Fajardo’ estuvo siempre al servicio de los demás, pues fue el fundador y alma del Grupo de Coros y Danzas de Jijona y dejó una amplia colección de dibujos, acuarelas y óleos que revivieron el tipismo xixonenc./ Falleció en agosto del año 1986 a los 65 años, pero su impronta es imborrable más de tres décadas después

José Eduardo López Mira, popularmente conocido en Xixona como ‘Pepito Fajardo’. Nació en la cuna del turrón el primero de marzo de 1922. Tras realizar sus estudios medios en el Instituto Ausiàs March de Barcelona, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes San Carlos de Valencia, de la que pasó a las de San Jorge de Barcelona y de San Fernando de Madrid. Es, sin duda, el artista que mejor ha plasmado el tipismo y costumbrismo xixonenc en sus óleos, acuarelas y dibujos, algunos de los cuales son visibles en algunos lugares públicos, como, por ejemplo, el Casino de Xixona o el Museo del Turrón de El Lobo-1880.

Hoy, en tiempos atribulados por la pandemia, traemos aquí, al blog del turrón Made in Jijona, a Pepito Fajardo porque él fue sin duda un gran embajador de Jijona como pueblo encantador del interior de Alicante con vistas al Mediterráneo y como cuna mundial del turrón. Y lo ofrecemos aquí gracias al libreto que le dedicó la Asociación San Barteolomé y San Sebastián de Xixona bajo la colaboración estrecha de la por aquel entonces (febrero de 1987) Caja de Ahorros de Alicante y Murcia. La impresión fue de Minerva Artes Gráficas, del recordado don Alfonso Soler Coloma.

Dice el preámbulo del libreto titulado ‘Recordando al Pintor López Mira’ que «su talento artístico estuvo siempre al servicio de los demás, pintor, decorador, coreógrafo, escritor, director de teatro y fundador y alma máter de nuestro Grupo de Coros y Danzas Jijona, donde cosechó multitud de premios y llevó a cabo festivales y representaciones por todo el mundo con extraordinario éxito».

Dotes artísticas y culturales, además de una exquisita educación

Damos fe, porque tuvimos la suerte de conocerle, que a sus dotes artísticas y culturales unía una exquisita educación. Dedicó a la pintura sus mejores años y dejó una extensa colección de dibujos, acuarelas y óleos que revivieron las costrumbres y el tipismo de su pueblo.

Expuso en distintos municipios de España e intervino en exposiciones colectivas en París y Londres. Allí residió temporalmente para ampliar sus conocimientos en bellas artes. Fue miembro del Instituto de Estudios Alicantinos, asesor artístico del Ayuntamiento de Xixona y de la propia Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos, así como asiduo colaborador de la Revista de Fiestas y del periódico local Guai, del cual fueron recopilados algunos de sus escritos y dibujos que aparecen en el libreto y que, parcialmente, reproducimos en el blog ‘Made in Jijona’.

LECTURA EN LA NIT

«Al anochecer y al toque del Ave María, todo el mundo se retira al hogar. Las calles quedaban desiertas. En las casas, las mesas puestas para la cena, sobria y frugal. Tras dar las gracias a Dios por los alimentos recibicos, era corriente ver que el abuelo o persona letrada de la familia buscaba el amor del fuego y con un libro en las manos preparaba la lectura para una sobremesa de familia en reunión. Una vez que las mujeres habían ordenado la estancia, buscaban su sitio en el círculo que rodeaba al lector y éste, al ver que todos estaban a la espera, abría el libro y comenzaba lentamente a pronunciar su relato. Casi siempre se trataba de libros de pasajes religiosos. ‘El mártir de Gólgota’, ‘La Biblia’ o de viajes y aventuras. Los mayores paraban de vez en cuando el quehacer de trenzar cuerda o de tejer calceta cuando llegaba un momento interesante en la lectura y los niños iban poco a poco buscando el regazo de su madre para quedarse dormidos…»

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CAMÍ DEL MERCAT

«Costumbre típica que poco a poco va desapareciendo. Las heredades y masías, antiguamente superpobladas, van quedándose desiertas y ya sus moradores no esperan y celebran ese ansiado día de la semana para su viaje al pueblo. Durante siete días consecutivos se pensaba y hasta se soñaba con el martes. Aquellos campesinos que cuidaban de sus tierras, de sus corrales repletos de aves bien alimentadas, iban preparando sus encargos y su mercado. La cesta para los señores, los huevos frescos para vender. El sarnacho con los caracoles y el romero, el espliego, el timó real, el fenoll, la menta y otras hierbas aromáticas y medicinales para el aiguardent d’herbes, tan peculiar y milagroso. Todo se dejaba para ese día y una lista sin fin de encargos se iba confecionando: oli resino, fil de cosir, tonya, claus, un porró, ciris y mariposes, mostasa per a cataplasmes…El lunes por la noche la velada era más corta. Se había de madrugar y todos sin excepción buscaba prongo la cama. ‘Demà hi ha que alçar-se al rompre’…

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LES LLAVAORES

«De muy buena mañana, casi siempre antes del amanecer, la mujer hacendosa, con el fino capazo de esparto picado, puesto airosamente sobre la cabeza protegida por la capsana, salía en busca de los lavaderos del pueblo o los de las fuentes más cercanas. En el pueblo se lavaba en L’Andana, el chorro del Arrabal, el del Banc del Ferrer, La Plaça del Templario, El Safareig, la Font d’Alecua, la Font de Grau, la Font de Nutxes y en casi todas las fuentes de las fincas que configuran el término municipal. A la luz de velas, candil o carburero, se comenzaba la tarea del lavado. El agua, a esas horas tempranas, manaba cristalina y fresca. La ropa blanca, en primer lugar; la de color, más tarde. Poco a poco, se iban multiplicando las manos en movimiento que restregaban y retorcían los tejidos brillantes por el agua sobre las losas pulidas y relucientes que bordeaban el basi. Cantos, Risas y voces eran música ambiental. Unas a otras se ayudaban el el momento importante de torser o en l’estesa sobre el monte, entre romeros, salvia y tomillo, tensada por piedras colocadas estratégicamente en los bordes del tejido…»

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PORRAT DE SANTA BÀRBERA

«El día 4 de diciembre se celebraba el último porrat del año. El vientecillo o la ventolera helada de la Carrasqueta eran casi siempre los que venteaban toldos, pañuelos, chalés, faldas y sombreros de los aguerridos jijonencos que subían a rezar a la santa. Los ermitaños, de por sí acostumbrados a la soledad, demostraban su asombro ante aquella avalancha de gente que se acercaba. Se multiplicaban saludando y atendiendo a los visitantes con la esperanza de obtener algún beneficio de aquel devoto gentío que acudía sin parar a la ermita situada en lo alto del monte. El camino, mejor dicho la senda que llevaba a la zima, era difícil y empinada. Arriba, en lo más alto, el porrat. Puestos improvisados para venta de terronico, terró de cacahuet, pollastrets y puros de sucre, pelailles, torrats, anisets, castanuyes, canya de mel i regalicia…y sobre todo la murta».

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NADAL

«Doneu-me tonyetes que ja ve Nadal, també les estrenes no vos sàpia mal, i Déu que vos done el bé general, salut i la glòria, que és el principal. Este villancico, que todavía entre los jijonencos se canta y se comenta, era como un clarín anunciador de las Navidades. El tío Sebastianet el Cego, al que sucedió el tío Pepe el Cego, recorrían con sus labarillos casi todas las casas de nuestro pueblo, donde eran acogidos con franca alegría. Una vez sentados y después de las fórmulas protocolarias de un saludo cortés y preguntas sobre saludi y familia, tomaban su guitarra y tras unos rasgueos preliminares para comprobar la finación, entonaban quedo y dulcemente ese villancico de petición, lleno de candor y religiosidad. Mientras los ciegos cantaban, los capachos se iban llenando con el aguinaldo, consistente en dulces, embutidos, almendras, nueces y, como era de esperar, también con esas pastas típicas jijonencas que en la canción se solicitaban:les tonyetes».

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LA PASTAORA

«¿En qué casa no huybo una artesa de blanca madera y todos los utensilios para amasar ese pan de harina tan delicioso al paladar?. La mujer, después del ceremonial de lavarse brazos y manos, colocarse la toca y manguitos y cubrirse con el delantal de peto alto, todo ello en hilo o lino blanco, comenzaba la tarea de cerner la harina para que ninguna impureza pudiera ensuciar la masa. Agua tibia para la levadura preparada de antemano. (…) Por la calle era corriente ver a las mujeres con la capsana llevar el taulell cargado con los panes hacia el horno y después hacia casa. El paso del pan recién cocido perfumaba la calle».

La vida es corta, pero dulce! La vida és curta, però dolça!

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