Grandísima Grana, Bali en miniatura y media provincia verde en el bolsillo

Subir al semioculto eje geodésico de la sierra La Grana, una de las grandes olvidadas y desconocidas de nuestras comarcas, es otear un horizonte casi infinito donde contemplas no sólo la bahía de Benidorm, La Vila y Alicante, sino también desde la sierra del Cid de Petrer hasta el Montgó de Dénia y Xàbia, pasando por Aitana, Serrella, Montcabrer, Els Plans, Penya Migjorn y el más aún omnipresente desde aquí arriba Cabeçò d’Or

La montaña rusa climatológica de casi todo el mes de marzo y lo que llevamos de abril sitúa el termómetro hoy a los pies de la Grana, en los alrededores de la sierra del Buitre, en el corazón verde de La Torre de les Maçanes, a unos agradables y fresquitos 8 grados a eso de las nueve de la mañana. Las heladas han pasado y han llegado a su tiempo, pues la cosecha de almendra es de órdago.

Hora de inicio de nuestra última marcha senderista con el mejor guía posible por estas montañas, caminos reales y veredas que es el torruano xixonenc Miguel Valois, creador del exitoso grupo de Facebook SENDERISMO FOTOGRÀFICO.

Y enseguida nos topamos, ya en pleno barranco de la Zurca, así se da en llamar en la aplicación informática del Instituto Geográfico de España (IGE), en quizás la más monumental de las carrascas jamás imaginables y visitables por estos lares de La Torre de les Maçanes, Relleu o Xixona. Un árbol con un porte tan señorial y un ramaje tan sano que parece que los años no pasen para él, pese a haber cumplido seguramente el medio millar o más.

 

Por ese barranco de la Zurca, más allá del Collao y del Buitre, uno de los más impresionantes pulmones verdes de la Costa Blanca, surcan ya a estas horas del inicio de la jornada algunas palomas torcaces, pues los zorzales han regresado, como es normal por cuestión de calendario, a las selvas soviéticas, su lugar de residencia en primavera y estío.

Subimos unos primeros repechos por caminos y sendas que fueron de gestión forestal y cinegética y seguiramente lo siguen siendo y en eso que oteamos con reflejos de un sol renqueante aún en el arranque de abril la sierra dels Plans, el punto más elevado de Xixona y Alcoi y La Torre, con sus más de 1.300 metros de altitud. Donde este año hemos experimentado ya dos veces la ingesta y manipulación de nieve en los meses de enero y finales de febrero. También oteamos la señora Aitana, la madre de todas las montañas alicantinas.

Se desperezan a estas horas mañaneras como también lo hacen la isla de los periodistas o de Benidorm, parte de su skilyne y, cómo no, las jaulas mejilloneras de la costa próxima de la chocolatera La Vila Joiosa.

 

 

La isla de los periodistas se despereza a estas horas primeras de la mañana

 

 

Nuestro silencio es tan ensordecedor o más que el de estos paisajes mediterráneos bañados en verde y pintados de azul. Pero ese rumor ensordecedor al final se quiebra por la sequedad de las pisadas en el ramaje de pinos o, sencillamente, en la aridez de la propia tierra, sedienta a estas alturas del año hidrológico frente a un precedente 2022 en el que cayeron aquí más de mil litros de lluvias en apenas un mes por estas mismas fechas.

Nuestro objetivo también es cazar con nuestros pequeños objetivos telefónicos el correteo de algún venado o de algún jabalí navajero, por aquí ciertamente copiosos.

 

Nuestro gozo en un pozo, pues apenas sí el aleteo de las torcaces, fabricando ya sus nidos en las copas de los pinos más empingorotados, rompe otra vez ese silencio atronador de esta montaña, preñada de misterios en forma de abancalamientos con piedra seca que antaño parían quizás almendras, aceitunas, mieles y dulces uvas.

Más piedra seca en forma de corrales o casas en estado de ruinas aceleradas en un paisaje que invita a la tranquilidad. Al sosiego, la reflexión y hasta el poema recitado.

 

 

Y a subirse inmediatamente, tras el bocadillo correspondiente y la porción de turrón, en el eje geodésico oculto, casi semi clandestino, en medio de la espesura de carrascas y coscojas y pinos en lo alto del primer cerro de la Grana, el más próximo a La Torre, a Relleu y a Benidorm, pero desde donde no se impide otear ese infinito horizonte hacia tierras del Vinalopó con sus sierras del Cid y del Maigmó, hacia Jijona con su omnipresente Penya Migjorn de las mil y una caras o hacia la Aitana perenne y reluciente de blancos sin nieves.

 

 

Bajamos de nuevo para enfilar un sendero desconocido, casi tan clandestino por oculto que el eje geodésico que no se puede violentar bajo amenaza de cometer directamente un delito, como bien explicita la placa enchufada en ese espigón de hormigón en lo alto del cerro.

Y antes oteamos en el horizonte también infinito del este las casas ascendentes de Relleu y, más allá, la construcción acertada de un embalse para recoger agua en tiempos de abundancia para saciar la sed de los campos en momentos de sequía que parecen condenados a estructurarse en el sistema de los cielos cambiantes del actual clima.

La Grandísima Grana, olvidada y desconocida por el gran público senderista o naturalista, también nos permite meternos en el bolsillo la mitad superior del hotel Bali, sin duda icono de la industria hotelera y del urbanismo vertical de Benidorm, el gran alcierto de la capital turística de la Costa Blanca, ejemplo de evidente sostenibilidad frente a las burradas de hormigón del resto de la costa alicantina.

 

Y en ese descenso por veredas semi clandestinas todavía hay momentos de emoción cuando crees ser sorprendido por el estruendo vegetal en la espesura del bosque de un gran venado a la carrera, tan grande es el típico olor a animal rumiante que se apodera por instantes del ambiente. Pero ni por esas. Los animales nos hueles y nos divisan a kilómetros de distancia.

Nos topamos con una ruta que bien podría llamarse de los madroños por su abundancia y lucidez

Nos topamos con una ruta que bien podría llamarse de los madroños. Este árbol de frutas salvajes de color encarnado que maduran en el epicentro del otoño se salpimentan en este bosque con las carrascas de porte señorial y con pinos que tocan casi el cielo, además de con alguna otra especie como quizás el roble e incluso el fleix.

 

Por momentos, las hiedras, que se elevan en pinos y resto de árboles como si escalaran hasta la copa agarrándose con sus raíces y grabando sus garras en los troncos, se enseñorean del paisaje y hace incluso más complicado sendear por estos caminos de broza y maleza selvática más propia de territorios con más abundantes lluvias.

Pero no. Es el entorno natural por excelencia de La Torre de les Maçanes, un pueblo con regusto a pueblo señorial con unas montañas absolutamente cautivadoras, de esas que enamoran a primera vista.

Abajo, en el cauce del barranco del Zurco, los nogales despiertan del letargo del invierno.

Empieza un nuevo ciclo en la montaña alicantina. En esta grandísima, casi mágica, Grana.

La vida es corta, pero dulce! La vida és curta, però dolça!

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