Luis Cremades nació en Alicante y actualmente vive en el pueblo del turrón. Ha publicado tres libros de poemas: El animal favorito, Los límites de un cuerpo y El colgado, además de una plaquette, Los poetas viejos / De su original libro de amor y desamor publicado en 2014 y escrito a cuatro manos junto a su ex pareja Vicente Molina Foix, la crítica ha manifestado verdaderos elogios, un pedazo de historia que hay que leer tanto si eres homosexual, como si eres heterosexual, bisexual o trans
Luis Cremades nació en Alicante y actualmente vive en Jijona (Alicante). Ha publicado tres libros de poemas: El animal favorito, Los límites de un cuerpo y El colgado, además de una plaquette, Los poetas viejos. Desde 1980, y durante casi treinta años, ha vivido en Madrid, donde, tras licenciarse en Sociología, ha trabajado como consultor en el área de recursos humanos y organización. Ha publicado textos técnicos y traducciones literarias, además de colaborar en diferentes revistas, culturales y de actualidad. En los primeros años del siglo fue profesor de la ya desaparecida Escuela de Letras.
[«Vicente leyó mis poemas de manera crítica y detallada. Apreciaba cierto «buen hacer», pero no le gustaban. Criticó un verso: ‘La tierra tiembla’, al final de un breve poema describiendo una música de Beethoven. «No se puede decir al lector lo que tiene que sentir», vino a decirme. «Pueden ofrecerse elementos para que lo sienta, o no». La poesía debía ser no sólo un apunta, una nota, una indicación, sino, principalmente, una presencia. Y una presencia viva, una llamada al lector, y una llamarada, una provocación al margen de la voluntad bienintencionada de su autor. «El lenguaje debe volverse imagen con autonomía propia para el lector». No sé si esto es lo que dijo, pero algo así debí de entender entonces. Sentí aquellas palabras como una campanada interior, como un gong, un extraño despertar. A las pocas semanas, a finales del mes de mayo, escribí el primer poema de una nueva serie, el comienzo del que sería mi primer libro. Un poema sorprendente para lo que había hecho hasta entonces, una imagen profundamente irracional sobre el mito de la autoridad, el poder, el coraje, y su fragilidad interior emergiendo, despertando y completando la figura primera. Vicente se entusiasmó con el cambio. Yo también. Esa primera transformación en la escritura me dio alas para creer en él como compañero. No era él, individualmente considerado, lo que me interesaba, aunque también, sino una especie de chispazo que surgía entre ambos, que nunca había sentido antes y muy pocas veces después sentí.
En esos días de mayo había cumplido diecinueve años. Estaba sufriendo una doble conversión, como homosexual y como poeta. Me estaba convirtiendo encierto proselitismo de lo gay. Me preguntaba cuánta gente, tras la evidencia demoledora que había vivido en la discoteca O’Clock, no sería gay o tendría sueños o fantasías como yo había tenido. Una mañana de domingo esperaba a Javier en su apartamento cuando llegó su hermano José Antonio desde Nogales. No nos conocíamos y me pareció que el tema más oportuno era preguntarle por sus fantasías eróticas. No sé bien cómo derivó la conversación pero terminé por convencerle para que probase alguna experiencia con otro hombre, para acceder así a una posible revelación. Accedió a probar conmigo, allí mismo, como si la fuerza de esas experiencias recientes me hubieran transformado en un apóstol de las buenas noticias. Tal vez eran restos mesiánicos de mi educación con unos jesuitas próximos a la teología de la liberación. Aunque había hablado claro conmigo al respecto, habitualmente frente a un espejo, en las duchas del colegio mayor: yo no era un mesías, ni un salvador, ni un proletario capaz de abrazar la lucha de clases. Era un poeta en proceso de formación, con más preguntas que respuestas. Pero con una necesidad inmediata de compartir esas respuestas. Y una de ellas tenía que ver con las bondades de la exploración sexual, del disfrute libre y sin prejuicios del contacto con otros, siempre que no mediara un compromiso mayor…»].

Luis Cremades, escritor.
Esta es la sinopsis que del libro El invitado amargo realiza la editorial Anagrama https://www.anagrama-ed.es/: «Empieza con el anuncio de la muerte del padre en una escena de cama de su hijo, y termina, al cabo de más de tres décadas, el mismo día del año y en la misma casa, donde la entrada de unos ladrones hace salir de una caja negra el pasado de dos amantes. En el transcurso, no siempre lineal, de ese tiempo iniciado por el encuentro de un escritor de treinta y cinco años y un joven estudiante que escribe versos, el libro se despliega como una novela de la memoria, un recuento verídico tratado con los dispositivos de la ficción. Pero también como un ensayo narrativo sobre las ilusiones y los resentimientos del amor, y como un doble autorretrato con paisaje –el de la España cambiante de los años 1980– y con figuras, una rica galería de personas reales, algunas sobradamente conocidas, tratadas como personajes o testigos de una tragicomedia de la felicidad, la infidelidad, las búsquedas personales y el anhelo de lo que pudo ser.
Luis Cremades y Vicente Molina Foix han escrito de un modo singular pero separadamente este libro sin precedentes. En la libertad mutua de rememorar por separado, en la importancia dada a lo que pusieron por escrito mientras se amaban y se traicionaban, los autores reencuentran el territorio común de la palabra para mirarse desde el presente tratando de recuperar con desnuda autenticidad, sin nostalgia, lo que esos espejos contuvieron en su día y han dejado como poso. Y lo han hecho, como ellos mismos señalan irónicamente, siguiendo el patrón del «folletín» en el sentido original del término: cada capítulo, firmado en alternancia por ambos, se escribía sin previo acuerdo y le llegaba al otro manteniendo la intriga, como en las novelas del siglo XIX. Con la diferencia de que en ese feuilleton en 64 capítulos los dos protagonistas-lectores sabían el final, pero no las sorpresas y revelaciones que su propia historia les podía deparar. En este libro, que no dejará indiferente a ningún lector, asistimos a la demostración de la probada maestría de Molina Foix y a la revelación narrativa de un poeta, largo tiempo en silencio».

Luis Cremades y Vicente Molina Foix.
CRÍTICA LITERARIA DE LA PRENSA GENERALISTA Y ESPECIALIZADA
«Emocionante autobiografía a dos voces […] que reconstruye, a partir de una veintena de cartas intercambiadas entre sus protagonistas, la memoria de una historia de amor (y desamor) y de las vidas de quienes se amaron, prolongada a lo largo de 34 años en los que (nos) pasaron muchas cosas. Un libro hermoso y valiente, y en cierto sentido crepuscular, que viene a corroborar que “todos los hombres y todas las mujeres, en todas las combinaciones posibles de emparejamiento, se aman igual, al menos externamente”» (Manuel Rodríguez Rivero, El País).
«Una de las novelas más conmovedoras e inteligentes que he leído en los últimos meses es El invitado amargo, donde Vicente Molina Foix y Luis Cremades reconcilian a dos voces los recuerdos de su relación íntima a principios de los años ochenta» (David Trueba, El País).
«El mejor lado de este libro dual: el desnudamiento de la pasión amorosa y su caída hasta la inquina… El conjunto resulta óptimo… Un libro grande, atractivo y original… Una obra singular y distinta. Con garra» (Luis Antonio de Villena, El Mundo).
«Un texto biográfico a medio camino entre las memorias y la autoficción… Para el joven Cremades resulta ser una dolorosa historia de aprendizaje e iniciación. Para Molina Foix se aproxima más a una reflexión madura sobre la búsqueda de la felicidad» (María Bengoa, El Correo Español).
«Las cartas de Molina Foix y Cremades ofrecen momentos de exquisita ironía, y la honestidad con que ambos reconocen la deshonestidad de aquellos tiempos es merecedora de admiración… Toda obra literaria, aún aquellas aparentemente ligeras, son un acto de fe, un compromiso con la comunidad de lectores y una inversión en los valores eternos de la palabra escrita. Y la conciencia de los autores respecto a esto, es lo que da un hálito de universalidad a su pequeña historia de amor, hace que estas memorias a dos, leves, frívolas a veces, sean mucho, mucho más» (Michael Kerrigan, The Times Literary Supplement).
«Cremades en los últimos capítulos proporciona lo que parece el germen de un nuevo libro sobre sus circunstancias actuales. Molina Foix, por otra parte, se va consagrando, paso a paso, como uno de los grandes nombres de nuestra literatura y un estilista impecable» (Enrique Juncosa, Última Hora Ibiza).
Nos parece especialmente relevante el artículo dedicado en su columna ‘Decadencias’ del diario El Mundo por Luis Antonio de Villena, que aquí transcribimos:
A Vicente Molina Foix se le ocurrió la idea. Es novedosa y no siempre posible. Contar una historia de amor y desamor a cuatro manos. O sea uno de los protagonistas escribe suversión en un capitulo y el otro en el siguiente, alternándose. Vemos los puntos de vista de los dos hombres que vivieron esa historia (1981-1983) hoy suficientemente lejana. Vicente Molina es bien conocido, el otro es el poeta alicantino también, Luis Cremades, que no ha tenido –parece- demasiada suerte en la vida. Yo soy un extraño lector para este libro sin duda interesante, porque fui la persona que presentó a los dos amantes y viví (u oí) casi todo muy de cerca. El libro es un logro en su idea básica (análisis del amor y de los celos) y también un logro –sobre todo en Molina, más experto- en las excursiones memorialísticas que ambos hacen a historias, personajes o situaciones que, varias veces, tienen menos que ver con el meollo. Como el libro me ha gustado mucho, puedo decir mejor mis dudas. Lo mejor: el análisis y recuento del amor, de las infidelidades de ese shakespiriano “Invitado amargo” (Anagrama) que son los celos y hasta el fuerte desamor y casi rencor del mayor (Molina). Es decir, uno echa en falta aún más análisis y pese a que estén bien escritas y adornen, cree que hubiera sido mejor adelgazar las excursiones foráneas, por ilustres o trágicas que a veces sean, de Benet a Savater, por ejemplo…
Luis Antonio de Villena: Insisto, ese es el lado mejor de este libro dual: el desnudamiento de la pasión amorosa y su caída hasta la inquina. En tal camino el libro deja casi con hambre
El lector comprende pronto –pero a toro pasado, lo que excusa a los protagonistas- que están en una relación imposible, claramente llamada al fracaso. Molina (maduro) busca un amor, el verdadero amor, aunque a veces sea egoísta, ¿qué enamorado no lo es? Pero Cremades (joven) busca un maestro, alguien que le guíe y enseñe –suele aparecer como inseguro- pero con la libertad, muy de la época, de probar la fruta del cercado ajeno. Hay momentos de plenitud y muchas suspicacias que terminan rompiendo, lo que nunca se ató bien, porque era imposible. Es grato el retrato de Aleixandre –para quienes lo conocimos bien- como tenaz defensor de las parejas “epénticas”, en voz de origen lorquiano, homosexuales. Al fin, uno diría que el tiempo ha borrado las heridas que –en Molina especialmente- fueron amargas. Insisto, ese es el lado mejor de este libro dual: el desnudamiento de la pasión amorosa y su caída hasta la inquina. En tal camino el libro deja casi con hambre. El conjunto resulta óptimo, incluso en el menos avezado Cremades que cuenta sobriamente su enfermedad, sin autocompasión. A mí me pinta mal en una escena inicial falsa, sin duda porque lo desdeñé y se lo pasé a otro. Miente. Él se me rindió con armas y bagajes, pero las armas eran chicas y los bagajes estaban por venir. Lógico que me riña, feo que mienta, ojalá no haya otras mentiras en su parte. Pero es minucia en un libro grande, atractivo y original. Deconstruir un amor real e imposible. Gloria y daño. Belleza de la búsqueda interior, incluso airada y paseo sólo por los adornos circunstantes. En cualquier caso, una obra singular y distinta. Con garra.
Nosotros creemos que es un libro, pedazo de libro, muy recomendable. En tiempos confinados. O sin ellos. Escrito en muchos de sus pasajes en delicada prosa poética, como gusta a los que enseñan literatura en las Facultades.
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