Mar y montaña desde una atalaya verde privilegiada: la Grana de La Torre

Un poderoso y auténtico cruce ecológico de caminos es el municipio de La Torre de les Maçanes y una de sus sierras más representativas, junto al Buitre, otro icono natural, es la Grana, desde la cual se otea en el horizonte azul el Puig Campana y Benidorm y la isla de los periodistas, poco antes de toparte literalmente con el imponente Cabeçò d’Or y un poco más allá la bahía de Alicante, inmediatamente antes de girar la cabeza y observar al fondo el pueblo del turrón, Jijona, y la montaña rectilínea que escala firme al puerto de la Carrasqueta

El termómetro pasa de los cinco grados de Jijona, el pueblo del turrón, origen de nuestra experiencia senderista de hoy, a los apenas cero grados en el casco urbano de La Torre de les Maçanes, un cruce de caminos y caminantes en tiempo de los árabes y también a día de hoy. Un municipio con acendrado sabor rural, con olor a chimenea y a leña de almendro quemada, a escasa hora de la capital de Alicante y menos aún de la capital de la Costa Blanca, ¡¡¡Benidorm, Benidorm, Benidorm, tierra de luz y alegría…!!!.

Los almendros están en plena eclosión, pero su floración tardea este año por mor de días y noches de fuertes escarchas, de temperaturas ostensiblemente bajas desde la festividad de Reyes que obligan a los lugareños a tomar café de buena mañana a la lumbre del Ámber, santo y seña de la gastronomía y la restauración local. Arrancamos, no sin antes probar el café recién hecho y degustar el cantueso natural con fórmula magistral con sello del mesonero, un buen antídoto frente a las estampas heladas que vamos a hallar en el sendero.

Aún no has bajado como quien dice del coche, allá en la partida de Rumía y de Teix, en la carretera con la que arribas al pueblo vecino de Relleu, y ya oteas en un próximo horizonte el omnipresente Puig Campana, por no hablar de la icónica sierra de Aitana.

Y notas un intenso olor a oxígeno, que rodeado de pinares, abre automáticamente los pulmones, más saneados a la fuerza por el crujir de la tierra apenas mojada por los rocíos helados y los matojos literalmente blancos.

Hoy con la compañía de lujo que facilita el gran senderista torruà-xixonenc Miguel Valois, que ejerce en todo momento de monumental anfitrión y al cual el blog del turrón, helado y turismo Made in Jijona acaba de otorgar, creemos que merecidamente, el triunfo en el III Concurso de Fotografía.

 

Una pequeña habitación cueva o almacén agrícola excavado en la roca, bajo un margen de piedra seca perfectamente fabricado y alineado, nos demuestra que la agreste montaña torruana no se anda con chiquitas, que nos adentramos en el bosque profundo salpicado, sobre todo, por pinos, encinas y carrascas.

 

Una charca de factura cinegética, siempre rica en la zona gracias a los muchos recovecos, umbrías y espesas arboledas, donde se ocultan multitud de jabalíes y, más aún, ciervos, nos confirma que la noche ha sido gélida.

El bloque de agua no se inmuta ni a base de bastonazos, pese a que en este barranco de escalada firme hacia la Grana desputan ya con fuerza los primeros rayos de sol de lo que, a media mañana, se presenta paradójicamente como un auténtico día primaveral.

El ocre de los nogales de una zona abancalada revela que estos árboles permanecen muertos, como también mucho de los almendros que alternan con los omnipresentes olivos. Y la zarzamora parece desperezarse del rocío gélido con un auténtico festival de colores que penetran, en ascenso, por entre un mar de encinas chicas y grandes al que se accede, sin sendero alguno, en modo cabra.

 

Aún no hemos cubierto ni la mitad de la ruta circular de hoy, de unos doce kilómetros netos, y la calidez brillante del sol invita, junto a una caseta de mampostería y piedra seca y veleta y Dyan 6 en el cobertizo, a usar dos grandes troncos de pino centenario para reponer fuerzas.

 El almorçaret: Coca de atún, tomate y anchoas del horno local

La propueta gastronómica consiste en coca de atún y de tomate y de anchoas elaboradas poco antes en uno de los dos hornos artesanos de La Torre de les Maçanes, esos lugares en los que, debido al frío de enero, apetece entrar a comprar y culminar el desayuno, la comida y la merienda con el calor de dentro.

 

Hay que reponer fuerzas con coca de atún de La Torre, aunque no se ha cubierto ni la mitad de la ruta, y la parada y fonda es junto a una caseta de piedra seca, con veleta en el patio y dyan 6 en el cobertizo

 

Otra vez las latas de los botes de cerveza delatan a los guarros, que por haberlos haylos, y por desgracia en todos los lugares, riscos y montañas de nuestra Costa Blanca. Junto a la caseta con enredaderas en paredes, ventanas y tejado, dos latas y una mascarilla quirúrgica.

Restos de, al menos, un desalmado al que el monte debería pagarle con la misma moneda y quizás un jabalí macho debiera darle un bocado en el ano.

Seguimos escalando ahora sí por pistas forestales, agrícolas o de cazadores, con el sol rompiendo la paz fría de la noche de las jóvenes carrascas y espoleando el vuelo en mitad del bosque de los tordos comunes y las grivas, quizás en busca de su dieta diaria de aceituna en las vegas y valles de más abajo.

Un almendro, único en el terrazo abancalado a mitad de monte, florece con fuerza entre tonos rosáceos, lo que le delata como almendro borde o falto de injerto en medio de un bosque que se espesa por momentos entre pinos, encinas y quizás algún ejemplar de fleix o sabina.

Es asomar el morro en la primera cresta y llenarte la vista de azul turquesa del mar Mediterráneo que, al cobijo del Puig Campana, se enseñorea en Benidorm

Es asomar el morro en la primera cresta y llenarte la vista de azul turquesa del mar Mediterráneo que, al cobijo del Puig Campana, se enseñorea en Benidorm y en la minúscula, desde aquí, famosa isla de los periodistas.

Relleu, a mano izquierda, en el fondo del impresionante barranco, se desespereza parece que apaciblemente tras una gélida dormivela y tiritante madrugada.

Unas voces en el otro extremo de la primera cresta que asciende hacia el eje geodésico de la Grana delatan a un nutrido grupo de senderistas, pertrechados también con palos y ropas de abrigo que empiezan siquiera a molestar entre tanto ascenso y tanto solecito mañanero de sábado verde y azul. Turquesa en el mar y natural en un cielo absolutamente despejado hoy.

Caminas sin descanso, pero apreciando el más mínimo detalle que te ofrece esta naturaleza casi virgen, y casi sin darte cuenta cambias la perspectiva de la vista al asomarte a la mitad más norte del impresionante Cabeçò d’Or y, un poquito más lejos, la bahía de Alicante, de Santa Pola y de no ser por la calima de la vecina provincia de Murcia.

Y apenas sí caminas un puñado de metros y vuelves a girar la cabeza y te topas con la Penya Migjorn, protegiendo siempre al pueblo del turrón, Jijona, y hacia la derecha la vista sigue una rectilínea formación montañosa que se llama la Carrasqueta, tan icónica como Aitana, el Puig Campana o Cabeçò d’Or, cuatro picos de primera división, ejemplos máximos de la liga champion de la naturaleza virgen de la Costa Blanca.

 

Iniciamos el descenso de esta encantadora, mágica sin medias tintas, ruta senderista y la sequía extrema de este año, que aquí no deja de notarse, nos hace comprender la lenta regeneración espontánea de todas las laderas que conforman el carrascal de la Grana (grande y chica) y nos obligan a pedir, desde aquí, máxima prudencia con el fuego en el monte. Vaya, que no hemos fumado ni una sola calada de puro en toda la mañana, ante el temor que nos genera la vegetación convertida hoy por en hoy en un auténtico polvorín.

 

Y volvemos a otear en el horizonte, desde la misma espalda de la sierra del Buitre, el bello Puig Campana (hoy quizás en modo bailongo por los ecos del Benidorm Fest), y el Ponoch de Polop y La Nucía.

Es como tocar, casi, media provincia con la mano.

Las mismas manos de porcelana que nos obligan a tocar con sumo cariño el nido de jilguero a mitad del camino que las ventoleras de las últimas semanas han arrancado de las copas de los pinos, aquí, en el Buitre, centenarios y que debían ser, como poco, patrimonio de la humanidad.

Un bancal plantado con almendros y manzanos (que nada tiene que ver su existencia o mayor o menor cultivo con el topónimo Maçanes, que quede claro) recubiertos con protectores plásticos nos señalan enseguida de la presencia aquí del ciervo macho con grandes trofeos exhibidos en puntas.

Ciervos y daños agrícolas

Nos lo corrobora un lugareño que se esfuerza ya bajo los nada molestos hoy rayos de sol en podar sus almendros de injerto tradicional y fruto seco aceitoso y exquisito. Los ciervos le han destrozado o casi las ramas de sus manzanos a más de dos metros de altura en lo hondo de un barranco que, entre pinadas, también es cruce de caminos.

 

La Torre de les Maçanes, parada y fonda. Bello cruce de caminos.

Experiencia senderista recomendable, agradable y verde; y oxigenada tras una gélida madrugada de enero.

La Torre, el mercat del diumenge a L’Alacantí

 

 

La vida es corta, pero dulce! La vida és curta, però dolça!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *