Uno de los más acreditados comercios, si no el que más, de turrones de calidad suprema de Jijona de varias marcas en el corazón de Alicante, Carbonell, lamenta el grave perjuicio que está causando a su negocio la pandemia, pero como todo luchador jijonenco que se precie confía en que «esto pasará y el turrón volverá a volar»
Son las nueve de la mañana del martes 12 de mayo, en plena fase 0 en Alicante capital, y José Luis Carbonell, originario de Jijona y actual gerente de turrones Carbonell, en la calle Altamira, muy cerquita del Ayuntamiento alicantino, ya está en marcha. Ha estado abierto durante toda la cuarentena al tratarse de un pequeño comercio esencial de comida, bebidas y alimentos, no sólo de los preciados turrones jijonencos o los dátiles de Elche, sino también de bocadillos preparados para los muchos funcionarios del área de influencia del Ayuntamiento y sus distintas concejalías, así como de oficinas y bancos de alrededor.
De turrón, ni un gramo. De forma muy ilustrativa nos explicaba esta mañana que si no hay turistas, como no hay al estar el tráfico aéreo suspendido en El Altet y los hoteles y apartamentos turísticos cerrados, no hay venta de turrón. Por mucho que exhiba en sus escaparates de exterior y de interior marcas muy acreditadas made in Jijona como El Artesano, Hijos de Manuel Picó, El Abuelo, La Fama o Antiu Xixona.
Mientras atiende a uno de sus pocos clientes, que más son de refrescos y bocadillos que de otra cosa, José Luis Carbonell, el cual sigue muy vinculado al pueblo originario de sus padres y abuelos, mantiene la calma, esboza una suave sonrisa y confía ampliamente en que esto pase y las barras de turrón vuelvan a volar en avión dentro de las maletas de turistas italianos, franceses, chinos e ingleses, fundamentalmente.
Gestor en quinta generación de un negoció que literalmente voló, pero no en avión sino a causa de la explosión mortal y mortífera de la armería El Gat el fatídico 31 de julio del año 1943, colindante justo con la turronería
Gestor en quinta generación de un negoció que literalmente voló, pero no en avión sino a causa de la explosión mortal y mortífera de la armería El Gat el fatídico 31 de julio del año 1943, colindante justo con la turronería de Francisco Carbonell, el fundador de la casa y abuelo de José Luis, su actual gestor.
El ambiente que envuelve esta tienda exclusiva de turrones, chocolates, dulces, confitados, licores típicos, vinos y otras equisiteces volverá a sonreír a los turistas nacionales y extranjeros. A los lugareños. A rezumar ese olor a almendra tostada y miel que, aun envasado, expele el turrón que llena sus vitrinas y sus estanterías dentro, perfectamente alineadas con cajitas elaboradas en los obradores de las mejores turronerías jijonencas.
De momento, lleva dos meses cerrando a las 5 de la tarde. Algo inaudito en este tipo de negocio dulce centenario, originario de Jijona y situado en pleno corazón de Alicante capital.
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