Reproducimos íntegramente el artículo (en versión castellana) con el que el blog Made in Jijona participa en el excelente libro coral ‘Montnegre: un río, un territorio, un paisaje’, coordinado por Jorge Payá y Assumpció Brotons y editado por el Servicio de Publicaciones de la Universitat d’Alacant, quizás el mejor libro sobre Jijona publicado
Cuando volvemos a visitar Montnegre de Dalt, partida rural con caserío tradicional en uno de los parajes más bucóli- cos del vastísimo término municipal de Xixona, la zona huele descaradamente a tierra mojada y a caracoles serranos y barbatxos. Siempre lo hace, pero en estas fechas (por la Mona y en vísperas del Primero de Mayo) todavía más, debido a un infrecuente mes de abril es-pecialmente lluvioso y con muchísimos más días nublados que con sol. Huele a tierra mojada, a terruño más vivo que nunca, aunque las precipitaciones han sido menos generosas de lo que hacía presagiar, jornada tras jornada, un gris amanecer encapotado y una tarde tor- mentosa de aguaceros cortos pero de cierta intensidad.
En tierras de Montnegre de Dalt hay, pues, sensación de humedad elevada al cuadrado, en una partida especialmente árida de no ser por la vega del río que lleva su mismo nombre desde el multisecular pantano de Tibi, apenas dos kilómetros aguas arriba siguiendo su lecho natural. Un río que nace en Onil con el nombre de río Verd y que muere en El Campello tras bañar todo ese manto de calizas triásicas que le confieren al agua una tonalidad característicamente oscura a su paso por la huerta jijonenca y alicantina.
El río ha determinado la vida de sus moradores. Son pocos ya los xixonencs que habitan todo el año en este singular valle fluvial. Pero aún los hay que regresan a diario desde sus casas en pueblos de la comarca de l’Alacantí para arar la tierra, prepararla, sembrarla con las mejores simientes de toda la vida y cosechar los productos de la huerta para llevarlos a los mercados de abastos y lonjas de Alicante.
Y también hay quien, sin haber nacido en esta partida rural xixonenca, regresa cada año al iniciarse el verano y ante la falta de forraje en otras zonas del término municipal, irregular en precipitaciones, máxime ante el galopante avance del cambio climático. Nos referimos al último mohicano del ganado, al pastor de toda la vida, el turronero que quiso desde niño ser guía de sus ovejas y que lo ha conseguido hasta sus últimas consecuencias, aportando con ello también vida y aliento a este particular paraje flanqueado por los barrancos y geológicos meandros del Sílim, Les Salines y La Mascuna y vigilado por el alto de la Mosca (l’Escobella) y por el
alto de la Coveta Fumada. Dos ejemplos a seguir y a apoyar en esa lucha, diríase agonizante, por evitar que Montnegre de Dalt ingrese en la frustrante estadística de eso que se da en llamar la España vaciada.
A Pep Candela Miquel, Cremalló, el pastor xixonenc por antonomasia, le ocupa y le preocupa Montnegre de Dalt. Desde hace años, y especialmente en aquellos dependientes del régimen de sequías, que aquí son cíclicas –por no decir estructurales–, Pep Candela aguarda la llegada del solsticio de verano, alrededor de la festividad de San Juan, para iniciar la trashumancia. Reúne sus trescientas cabezas de ganado ovino, incluidos los corderos que dan los primeros pasos y los cuatro o cinco ‘mardans’ (carneros o machos cabríos que luchan en plena naturaleza por reinar en ese particular «harén» de las ovejas), para iniciar el ancestral traslado de sus animales desde su cuartel general o corral, próximo al barrio xixonenc de l’Almarx, hasta Montnegre de Dalt, donde le alquilan un establo ocasional hasta la llegada del otoño. Un trabajo laborioso y no exento de riesgos en tiempos en los que los caminos reales y las veredas agropecuarias de toda la vida han sido invadidos por coches y casas, por otro concepto de ocupación del territorio.
Un viaje que se inicia de madrugada, incluso antes de que el sol asome el morro por el Cabeçó d’Or, y que normalmente dura toda la jornada, si no hay contratiempo y pastor y ovejas no tienen que hacer noche a mitad de camino, en el vertical y esponjoso barranco dels Ameradors, ruta natural hacia territorio del Sílim, Les Salines, La Mascuna y Montnegre, por donde discurren aún los caminos reales.
El objetivo del viaje trashumante es garantizar generoso forraje y agua a los trescientos animales y, de puertas adentro, dar garantías al bolsillo del pastor en tiempos atribulados para los precios cárnicos en origen, ante esa interminable cadena especulativa de la distribución alimentaria. Dos pájaros de un tiro, además de apelar a la naturaleza en estado semisalvaje, a la sostenibilidad en el futuro de este valle fluvial, a la reivindicación del oficio de pastor. Al amor a la tierra, en esencia.
Este pastor xixonenc, tras muchos años de trashumancia, sigue reivindicando no solo la excelencia de su oficio, sino sobre todo la necesaria sostenibilidad del río de Montnegre
El último mohicano del pasturaje, Pep Candela, se erige así en un vigilante más de esos escasos amantes del bucólico sitio de Montnegre de Dalt y reclama un mejor trato hacia esta zona que más pareciera un lugar escondido, un mundo mágico perdido, que nadie quiere cuando lo tiene todo. Tiene agua que es vida y tiene paisaje. Y una excelente y prolongada historia enraizada como cruce de caminantes y caminos, de esforzados trabajadores y emprendedores sin descanso, con las manos agrietadas por el sol, el viento y la lluvia. Con los brazos marcados por las picaduras de los molestos mosquitos. Amantes del polvo, del bancal y de la era donde se batía la paja.
Este pastor xixonenc, tras muchos años de trashumancia, sigue reivindicando no solo la excelencia de su oficio, indispensable también para el medio ambiente, sino sobre todo la necesaria sostenibilidad del río de Montnegre frente a agentes adversos. Por ejemplo, el inmenso cañaveral que crece a ritmo de selva desde el mismo puente Nuestra Señora de los Ángeles, construido en el año 1969 con el dinero aportado, por cierto, por todos y cada uno de los habitantes del caserío, tal y como nos recuerda el vigente presidente de la Asociación de Vecinos de Montnegre de Dalt, Víctor Blay.
El pastor Pep Candela tiene que hacer uso de un abrevadero próximo a dicho puente, dada la dificultad que tienen los animales para beber, especialmente en los meses de julio y agosto a raíz de la mengua del caudal fluvial. Esta reducción de caudal no impide la intensificación de la suciedad del lecho del río, donde abundan cañas, zarzales y baladres, aunque no únicamente. Un mar de suciedad vegetal en estado salvaje que antaño se encargaban de limpiar y mantener cada uno de los agricultores de Montnegre de Dalt en la zona inmediatamente posterior a los bancales de su propia huerta.
El pastor xixonenc reivindica, ante la disminución evidente de agricultores en la zona, la necesidad de que entre en acción la Administración, léase Con-federación Hidrográfica del Júcar (la competente en esta parte del territorio y dependiente del Ministerio de Medio Ambiente), Conselleria de Transición Ecológica y Ayuntamiento de Xixona. No es difícil, asegura el pastor Candela, observar durante la canícula del verano, mientras el ganado pasturea por las escasas veredas despejadas entre el cauce del río y los bancales separados por márgenes de piedra seca, el baño de familias enteras de jabalíes, muchas de las cuales han creado en estos cañares de Montnegre de Dalt, de Baix i el Xapitell i la Culata su hábitat natural, con agua y barro, base de su quehacer diario para hacer frente a las molestas garrapatas.
Queremos decir que el lecho fluvial ha sido ya dominado por los animales salvajes. Se han antepuesto incluso al hombre y, por supuesto, al ganado de ovejas. Podrían salir en su defensa las teorías conservacionistas y ambientalistas, pero cuando un cañaveral pasa de ser el icono de un valle fluvial a erigirse en el dueño y señor de la zona algo falla en el mantenimiento de la naturaleza, del propio patrimonio verde y etnológico. La suciedad extrema del lecho del río de Montnegre no es nueva. Los hermanos Blay Sirvent, que llevan toda la vida cultivando hortalizas pata negra (patatas, cebollas, acelgas, espinacas, tomates o calabacines), oficio heredado de sus antepasados, bien lo saben, porque es precisamente en su área de bancales donde esa selva de zarzales, cañas y baladres se despeja, siquiera mínimamente.
Nos relata Víctor Blay, hermano de Vicente y de Ángel y presidente de la Asociación de Vecinos, que la última limpieza del cauce fluvial se remonta al año 1979, coincidiendo con la limpieza del vaso del propio pantano de Tibi, también pendiente de hacer en estos momentos para reducir su abultada sedimentación de varias décadas.
Las inagotables aguas que discurren por el río convierten la zona, pues, en una auténtica selva, a la que en determinados puntos del valle fluvial, especialmente en su cuenca media o Montnegre de Baix, solo acceden los huidizos cerdos salvajes, cada vez más abundantes tras su desplazamiento desde los picos altos de las sierras circundantes e incluso procedentes de la Penya de Migjorn, atraídos por la humedad y por la comida mucho más certera en la propia huerta.
Los arrastres de material vegetal hasta la desembocadura del río, en El Campello, supondrían un enorme riesgo de desbordamiento e incluso de la rotura de algunas infraestructuras, como puentes y azudes
La altura y el espesor del cañaveral es tal en algunos lugares que hacen imposible cruzar de una parte a otra del curso fluvial. Blay Sirvent advierte, además, de un riesgo latente. En caso de unas precipitaciones de muchísima intensidad y duración aguas arriba del pantano de Tibi, los arrastres de material vegetal hasta la desembocadura del río, en El Campello, supondrían un enorme riesgo de desbordamiento e incluso de la rotura de algunas infraestructuras, como puentes y azudes. Y lo dice el representante de la única familia de agricultores, los Blay Sirvent, de las veinte que hace medio siglo existían en la fértil vega fluvial de Montnegre de Dalt, y que se mantiene al pie del cañón.
Estos dos testimonios vivos, el del pastor y el de los agricultores, confían, sin embargo, en que se ejecute el proyecto que a principios de año lanzó el presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón: crear una ruta o vía verde a lo largo de todo el río de Montnegre hasta la desembocadura en El Campello.
El proyecto, que ya fue aireado por la Generalitat Valenciana hace dos décadas, lo recupera ahora la Diputación, en estrecha colaboración con los ayuntamientos de Tibi, Xixona, Mutxamel, Sant Joan, Alicante y Mutxamel, para convertir el cauce del río en una ruta, vía o corredor verde para disfrute de paseantes, excursionistas y senderistas. Con ello se dotaría a este patrimonio natural de un valor añadido como recurso público medioambiental, ecológico, educativo, turístico y de ocio, enmarcado en los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU y en el Pacto Verde de la UE. O sea, potencialmente receptor de fondos europeos.
Más allá del escepticismo inicial, pastor y agricultores acogen con esperanza este proyecto, que engloba unas cincuenta hectáreas de superficie junto al lecho del río, si ello sirve para ganar en sostenibilidad. Es decir, que el río, sus acequias, sus azudes, sus saltos de agua, sus molinos, sus bancales, veredas y huertos sean respetados en la ejecución de esa obra pública para revitalizar el curso fluvial, el elemento que determina, con no poco de simbolismo poético y filosófico, la vida de las gentes de Montnegre desde hace varios siglos.
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