Recogemos aquí una descripción «a vuela pluma», como la define el propio cronista oficial de Xixona, Bernardo Garrigós Sirvent, sobre los principales hitos históricos del pueblo del turrón
Bernardo Garrigós Sirvent, cronista oficial de Xixona
Los primeros indicios de vida humana en el término municipal de Jijona se remontan posiblemente a la prehistoria y están localizados en la zona de la Canal en el alto de la Carrasqueta.
Los primeros agricultores y ganaderos, hace unos 7.000 años caminaron por el barranc de la Cova Foradada y el Mas de la Cova en la partida de la Sarga y dejando estampadas sus maravillosas pinturas rupestres, muestra de los estilos artísticos: macroesquemáticos, levantino y esquemático sobre los peñascos, aunque por unos centenares de metros ya en el término municipal de Alcoi.
La edad del bronce (2000-1300 aC) está representada a falta de una prospección exhaustiva del término municipal por dos poblados: uno en Abió y otro el Tossal de les Manelludes en la partida de la Canal y la sima del Pinaret del Mas Nou, en una zona de paso entre la costa l’illeta dels Banyets (en Campello) y el interior montañoso.
La época ibérica marca la culminación de la ocupación del territorio en la edad antigua, de la cual hemos de resaltar los grandes poblados de Santa Bárbara y de la Solaneta de Nutxes, posiblemente pertenecientes al período comprendido entre el s. IV aC y el cambio de era.
Pero, si de esta época poseemos un gran número de restos materiales, de la dominación romana sólo se conserva un fragmento de una inscripción funeraria del s. I dC, aparecida reutilizada en una escalera del casco antiguo y de la que se desconoce su yacimiento.
La época paleoandalusí se caracteriza por la existencia de un poblamiento rural disperso, asentado en altura y en las proximidades de una importante vía de comunicación entre los acuíferos de Alecua y Nutxes, del que sólo se han encontrado sus enterramientos, en los yacimientos de l’Altet, Mas dels Constantins y Cotelles. Tras esta época se produce una discontinuidad en el poblamiento, como así parece atestiguar la falta de yacimientos, hasta la llegada de un grupo de pobladores almohades destinados a repoblar esta zona y a controlar el acceso desde la costa hasta el interior montañoso.
Estos almohades llegaron entre finales del S. XII, y comienzos del S. XIII trajeron un nuevo tipo de fortificación de planta poligonal, con fuertes muros y poderosas torres que se asienta sobre un gran crestón calcáreo de difícil acceso y protegido por una gran torre al norte, su vertiente más débil. Durante el dominio almohade la base económica era la agricultura de secano, aunque también supieron aprovecharse de los riachuelos y de los manantiales para cultivar zonas de huerta. También jugó un papel importante la ganadería y la artesanía el hueso.
Con la firma del tratado de Almizra el 26 de marzo de 1244, entre Alfonso X el Sabio y Jaime I, Xixona pasó a formar parte de la zona fronteriza entre Castilla y Aragón, pasando a ser puerta de entrada y salida al nuevo reino de Valencia. Con la conquista de Biar en 1245 el rey Jaume I declaró finalizada la conquista del reino musulmán de Valencia, pero la sublevación de Al-Azraq señor de un amplio territorio montañoso del interior de la actual provincia de Alicante le devolvió a la dura y cruel realidad. La sublevación de este caudillo no finalizó hasta 1258. Fecha que coincide con el dominio efectivo cristiano de la zona jijonenca. El rey para consolidar esta zona fronteriza tomó una serie de medidas, como: el otorgamiento a Joan de Mur de la alquería islámica de Nutxes, la expulsión de los musulmanes del interior del castillo, el reforzamiento de la torre norte del castillo y así es como nació la famosa Torre Grossa y la concesión de la fortaleza a su primer alcaide, Pelegrí Baldoví.
A pesar de todas esta medidas la frontera no estaba totalmente consolidada y tras la sublevación de los musulmanes del reino de Murcia (1264-1266) Jaume I volvió a tomar nuevas medidas, así concedió el 10 de marzo de 1267 a Beltran de Vilanova el castillo y la villa de Xixona con la obligación de construir un alcázar en la zona más alta de la fortaleza.
Para garantizar la llegada de repobladores otorgó el 28 de abril de 1268 una carta de franquicia a los nuevos jijonencos liberándoles de algunas cargas fiscales y posibilitando su asentamiento en el interior de la fortaleza a cambio de garantizar su defensa.
Con la firma del tratado de Torrella en 1304 y el pacto de Elche en 1305 y la incorporación al reino de Valencia de la zona Sur alicantina Xixona dejó de ser frontera directa con Castilla y el protagonismo del castillo y su valor militar y estratégico comenzó a disminuir. Finalmente será la conquista del reino de Granada en 1492 y la unificación de las coronas de Castilla y Aragón hará que el castillo de Xixona pierda su protagonismo y comience el proceso de deterioro y abandono.
En el siglo XIII al ser villa real pasó a tener representantes en las Cortes del Reino de Valencia. En 1337 participó en las Cortes de Valencia convocadas por Pedro II, rey que se preocupó especialmente de fortificar su castillo en 1338, previendo una invasión musulmana que no se produjo.
En la guerra entre los dos Pedros, cayó en 1364 en manos de Pedro I el Cruel, rey de Castilla, para ser de nuevo conquistada por Pedro IV, el Ceremoniós, quien contó con la ayuda de gentes naturales de Penáguila, Alcoy y Cocentaina, pasando de nuevo a formar parte de la Corona de Aragón.
Durante el S. XV, Jijona amplió su jurisdicción al adquirir a sus señores feudales los lugares de Ibi y Torremanzanas. Ibi permaneció bajo la jurisdicción de Jijona desde 1420 hasta 1629, mientras que Torremanzanas lo hizo desde 1472 a 1794.
Además este siglo fue esplendoroso, ya que se reformó la iglesia de Santa María y la alcazaba y la Torre Grossa del castillo.
En 1520, durante la revuelta social de las Germanías, apoyó al bando popular agermanats, en contraposición al bando nobiliario, por lo que un buen grupo de jijonencos fue ajusticiado y otros tuvieron que exiliarse y repoblar el lugar de Ibi.
A finales del siglo XVI la iglesia de Santa Maria o església vella se quedó pequeña para la población que albergaba la villa por lo que se acordó construir un nuevo templo parroquial. Casi al mismo tiempo se empezó la construcción del convento de la Mare de Déu de l’Orito y del convento de las monjas de Santa Clara, lo que permitieron a la villa contar a mediados del siglo XVII con cuatro instalaciones religiosas.
Tras la expulsión de los moriscos de 1609 algunos jijonencos abandonaron su hogar para buscar un futuro mejor y repoblar antiguas zonas moriscas en las comarcas de El Comtat, La Marina y el Vall del Vinalopó.
En la Guerra de Sucesión apoyó la causa de Felipe V. Debido a esto, la villa y el castillo fueron atacados por las tropas del Archiduque Carlos de Austria, que obligaron a rendirse a los sitiados en octubre de 1706. Finalmente, la acción de un grupo de jijonencos la reconquistó y volvió a manos felipistas. Por este hecho, Felipe V otorgó a Jijona, a lo largo de 1708, una serie de diez privilegios, entre los que destacan: la concesión de la merced de añadir a sus Armas una “Flor de Lis” y el título de Ciudad. A partir de 1708 fue capital del Corregimiento del mismo nombre, el cual comprendía: la ciudad de Jijona y las villas de Castalla, Biar, Tibi, Ibi, Onil y Elche y los lugares de Torremanzanas, Salinas y Benejama. El Corregimiento de Jijona fue suprimido definitivamente en 1833, con la división provincial. Con el corregimiento podemos decir que alcanzó el culmen en la pirámide institucional y administrativa de la época.
A mediados del siglo XIX un grupo de jijonencos que fabrican artesanalmente turrones y dulces descubren que el futuro de la ciudad está en convertir esta actividad, hasta este momento complementaria del ciclo agrícola, en la base económica de la ciudad y comienzas a crear algunas sociedades de las que serán herederas las grandes marcas actuales.
Entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se produce una transformación fundamental de la ciudad, puesto que aumenta su perímetro urbano abandonando el trazado medieval con el inicio de la construcción de la actual avinguda de la Constitució y el trazado de la nueva carretera Alicante-Játiva a su paso por Xixona que permite urbanizar la zona de la actual calle Alcoy.
Se dota de los primeros servicios comunitarios: agua potable, un nuevo cementerio en Cañavate, un nuevo matadero municipal, el Cuartel de la Guardia Civil, el asilo Vicente Cabrera y la instalación de la luz eléctrica.
Se renueva la actividad cultural adecuando la casa pósito en teatro, construyéndose el primer cine, fundándose varias agrupaciones musicales y creándose diversos casinos y ateneos culturales. Se construyen las primeas escuelas públicas, el colegio Eloy Coloma.
Aparecen las primeras sociedades obreras como la Sociedad de Socorros Mutuos El Trabajo, el Banco Agrícola y la Sociedad El Socorro y se crea el Gremio de Turroneros para defender los intereses de los empresarios turroneros Los artesanos turroneros deciden apostar por la industrialización con la introducción del vapor y de la electricidad como fuerza motriz lo que provoca que la actividad turronera se convierta ya a mediados del siglo XX en la base económica fundamental y esencial de Xixona.
Tras la Guerra Civil española, que supuso un importante parón para la actividad productiva, ya no había marcha atrás y se apuesta vivamente por el sector turronero y se lucha por conseguir la primacía a nivel nacional.
Entre finales de la década de 1950 e inicios de la década de 1970 la industria turronera se convierte en líder nacional y el tejido industrial crece extraordinariamente hasta haber más de 40 factorías. Este impulso llevó consigo la llegada de un sin fin de inmigrantes para reforzar las plantillas de las factorías y a su vez provocó casi la duplicación del espacio urbano con la aparición de las barriadas del doctor Ayela, de San Sebastián, de la Sagrada Familia y Segorb, de María Verdú, de Manhattan y del Través.
Sin embargo, hubo que esperar a las décadas de 1980 y 1990 para que se produjera un crecimiento en los servicios culturales y educativos, con la construcción de los colegios de Cristòfol Colom y Sagrada Família, el polideportivo municipal, el Cine de Dalt, el Centro de Salud y la Casa de Cultura.
A partir de 1975, con la crisis mundial del petróleo, algunas empresas turroneras se vieron abocadas a su desaparición y hubo una reforma del sector con cierres y fusiones de sociedades, que no se verá concluida hasta mediados de la década de 1990. Con esta restructuración del sector Xixona volvió a ser líder nacional. En esta situación de crisis fue esencial y providencial la instalación de la multinacional Arbona&Ausonia que permitió diversificar los sectores productivos y aumentar la oferta de trabajo.
En la actualidad la base económica sigue siendo industrial apoyada en tres sectores: el turrón, el helado y la higiene personal, aunque desde hace una década la ciudad se está abriendo al turismo ecológico de interior como vía de desarrollo futuro.
Entre los principales hijos de la ciudad destacan: Constanza Miquel, quien según la tradición fue madre de San Vicente Ferrer (S. XV); el venerable Fray Melchor Aracil (1552-1601), insigne musicólogo; el padre Fray José Galiana (S. XVII) quien fue guardián del Convento de Belén, Presidente in capitate del Santo Sepulcro y fundador en 1672 de un Convento en Constantinopla; capitanes insignes de los Tercios de Flandes, como los hermanos Servent; un gran historiador y religioso, Fray Serafín Tomás Miquel; Antonio Galiana Moltó (1762-1826), quien fue catedrático de Matemáticas, Mecánica y Física en la Universidad de Valencia; el gran político D. José Victoriano Mora Picó (1829-1874); el arquitecto municipal de Valencia, de raices jijonencas pero nacido en Sagunto, Francisco Mora Berenguer (1875-1961); el poeta Ángel Miquel Alcaraz (1919-1995), el artista José E. López Mira (1922-1986); el historiador Fernando Galiana Carbonell (1921-1993) y el arquitecto José Iváñez Baldó (1906-1994).
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