Si hay Pascua y Mona, aun en estado de alarma y semiconfinamiento, hay el típico dulce que sirve de postre, mejorado superlativo con el añadido del turrón elaborado en Xixona, en este caso el de la piedra, que para nada complica la acción y potencia mucho la experiencia gastronómica
Ayer (sábado lluvioso de la segunda segunda mona con severas restricciones por la pandemia) nos propusimos cambiar nuestra receta compartida en nuestra página de Facebook @MadeinJijona el pasado día 31 de marzo y que ha llegado a 70.000 personas (tras lograr 1.842 me gusta y 435 comparticiones) y sustituimos el turrón de Jijona (el gran invento de los maestros turroneros a principios del siglo XIX) por el turrón a la piedra, una variedad también originaria de la cuna del turrón mundial y que antiguamente se elaboraba de manera reducida y prácticamente para agasajar a los trabajadores de las fábricas con el presente navideño, o sea, el aguinaldo tras la dura campaña de producción.
No cuesta nada. En esencia, el trabajo es prácticamente el mismo que si no introduces turrón junto a la leche en una batidora (sea del tipo Jijona o a la piedra). La acción repostera para nada se complica con el turrón y, en cambio, la experiencia gastronómica escala muchos grados.
INGREDIENTES: (para diez o doce torrijas)
- 1 barra de pan del día anterior
- Medio litro de leche
- 1 limón
- 1 ramita de canela
- 100 gramos (media tableta) de turrón a la piedra (si puede ser de empresas amparadas por el sello IGP Jijona)
- 2 huevos
- Medio litro de aceite de girasol
- Azúcar
- Canela en polvo
ELABORACIÓN:
Para cuatro comensales, este excelente postre típico de toda Semana Santa que se precie supone una dificultad media o baja, incluso incluyendo el turrón a la piedra.
Se trata de el único turrón de obrador que no supone cocción previa de mieles o azúcares. Su composición es muy sencilla. Mitad de almendra repelada tostada y mitad de azúcar. Todo ribeteado al final, tras el proceso de molienda en un molino mecánico con piedra americana, con limón rallado y canela en polvo. Al gusto.
Todo ribeteado al final, tras el proceso de molienda en un molino mecánico con piedra americana, con limón rallado y canela en polvo
Es por ello que hoy nos ha dado por elaborar estas torrinas o llesquetas d’ou (en valenciano) con el turrón de la piedra. Además de que el turrón mejora la experiencia gastronómica, el uso de canela y limón en las propias torrijas supone multiplicar por dos (el turrón a la piedra también lo contiene) ese sabor y aroma a cítrico y a la siempre exótica y altamente digestiva canela (en rama y en polvo).
Lo primero que hay que hacer es cortar en rodajas gruesas una barreta de pan del día anterior.Paralelamente, se pone a hervir la leche y se deja infusionar con la piel de limón y la canela en rama durante, al menos, diez minutos. Pasado ese tiempo, se retira el limón y la canela.
Por otro lado, hay que trocear o desmenuzar el turrón tipo a la piedra.
El turrón lo colocamos en un recipiente de batidora y añadimos la leche.Hay que triturar bien hasta que quede todo homogéneo. Cuanta más cantidad de turrón más batidora. Nosotros hemos usado 100 gramos, la mitad de una torta redonda (también se presenta en cajitas de madera en forma cuadrangular, de 200 gramos).
Después se bañan bien las rodajas de pan en ese líquido cremoso. Aquí reside parte del éxito del resultado final, pues hay que humedecer bien las dos partes de la rodaja de pan e incluso los lados. Es recomendable que reposen entre quince minutos y media hora. Nosotros hemos optado por un reposo de 30 minutos, para que la absorción y adherencia de turrón y leche sea mayor y el producto final salga más esponjoso.
Después se pasan por el huevo batido (2 huevos para diez torrijas) y, tras freír el aceite pero sin pasarse, sin que el aceite llegue a humear, colocamos las piezas de pan ya hechas torrijas en un plato con papel absorbente. Aquí reside, según nuestra humilde opinión, la segunda clave del secreto de la torrija con turrón: si el aceite está muy caliente, peligra el color y el rebozado con huevo. Vamos, que se puede quemar, y el sabor se trasladaría después en boca. Hay que freír siempre a medio gas en un horno mediano y siempre vigilante para dar la vuelta a la ‘tortilla’.
Después, se sirve en platos diferentes el azúcar y la canela molida (o juntos en forma montañita) y se reboza al gusto. A nosotros nos gusta bien rebozadito.
El sabor intenso del turrón perdura en boca y traslada directamente a la almendra tostada y, cómo no, a la corteza y ralladura de limón y a la exótica y digestiva canela.
Una fusión delicatessen. Otra más: Porque, y no nos cansaremos de repetirlo en este blog, el turrón, en el fogón, casa prácticamente con todo, como excelente potenciador.
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