Xixona-Ibi: una ruta de gran altura, vida y belleza natural innata

Aun en día de climatología más propia de principios de verano que de finales de marzo, por encima de los 1.200 metros de altitud la brisa refresca el cuerpo y el espíritu y hace más llevadera una caminata de unos 10 kilómetros por el pico más elevado de Xixona, a 1.242 metros, denominada cima Cremat o Quarter, unos 15 metros por encima del eje geodésico de Penya Migjorn y desde donde se contemplan vistas hacia Benidorm, Xixona e Ibi absolutamente cautivadoras pese a la calima reinante

 

Otrora, los amplios campos de trigos y cebadas del Mas de Brossa estarían reverdeciendo casi a la altura del tobillo. Hoy, seguramente porque no se ha sembrado, es un auténtio erial apenas sí adecentado por varias y salteadas carrascas quasi centenarias.

Con las flores de salvia, de espliego, de romero, de aliaga o de cantuesos a flor de piel es normal que el apicultor trate de rentabilizar su ganado de abejas, que revolotean alrededor de las cajas como si se acabara el mundo a finales de un marzo de pegajosos calores propios del estío. Más allá del pozo excavado y conectado eléctericamente en el Mas de Brossa, de nuestro pediatra de infancia y de nuestro amigo el político popular, las abejas realizan su función siempre y cuando no se les molesta.

Por eso tratamos de realizar la foto a cierta distancia no vaya a ser que se nos venga una reina y un panal batallón hacia nuestra espalda, hoy apenas protegida por una camiseta en día, más que primaveral, casi veraniego, pese a los más de mil metros de altitud en los que arrancamos la marcha, allá por el pozo de nieve de San Ignacio, a un paso del bello mirador, justo al inicio de la pista forestal que lleva a Vivens, donde se recreó tanto la tormenta Gloria de enero de 2020 que hasta nosotros hemos bautizado a uno de los barrancos de aquellos parajes como ‘barranco Gloria’, por el efecto destructivo que aún hoy puede observarse, puesto que el Ayuntamiento ya dijo que no se recogerían esos cientos o miles de pinos muertos por su mala accesibilidad.

La cadena y los carteles de propiedad privada no impiden (puesto que se trata del camino real de Alcoy) que pasemos por el sendero que de modo circunlíneo nos llevará al alto de la Carrasqueta o cima del Corbó, primero, a 1.204 metros de altitud; y a continuación, a la cima de la Sierra del Quarter, también denominada El Cremat, aunque así no figure ni en el interesante libro Les Muntanyes de Xixona del filólogo y profesor y runner Josep Miquel Arques ni tampoco en la aplicación del Instituto Geominero  Español que, diligentemente, usa nuestro excepcional compañero senderista Miquel Valois.

En la finca anexa, tristemente vallada, aún se observa una caseta mirador construida con madera desde donde descerrejó más de un tiro de bala con rifle de alto calibre algún que otro ministro del Gobierno de España. Años ha. Hoy los tiros o han sido con silenciador, lo cual está prohibido en la actividad cinegética, o bien no se han producido, pues detonaciones sólo se han oído cuando ha cantado algún macho de mirlo de pico encarnado.

Se empieza a contornear la sierra y, al tiempo, sudar la camiseta. Las anomalísimas altas temperaturas, sin duda consecuencia del imparable y preocupante cambio climático, solo despejarán algo el calor de las cuatro de la tarde después, en llegando al pico más alto de El Cremat o cima Quarter. En esa elevación de 1.242 metros la brisa despeja el pegajoso sudor, pero no aquí abajo todavía.

Las vistas a Alcoy y al castillo de Cocentaina en lontananza confirman al caminante que estamos ya en tierra de vecindades, de hitos, de límites históricos de pueblos o quizás de regiones enteras. Pues el monolito de piedra aupado sobre una base también pétrea de muchos años parece indicar que nos hallamos en territorio fronterizo de las realezas del medievo o de edades más avanzadas, pero con mucho sabor a historia. Hemos preguntado por este hito y, de momento, desconocemos su origen y significado.

Seguimos la senda curvalínea y en eso que vemos asomarse, como por arte de birlibirloque, al juguetón macizo del Puig Campana y, algo más abajo, a su vera, el Ponoch. Bajo la atenta mirada, algo más allá, de la siempre impertérrita y blanquecina Aitana, también anhelosa de muchas más lluvias y esponjosas nieves.

 

La vista nos hace deteneronos a filmar fotos y videos sin parar, pues la belleza del paisaje, que ya visitamos hace un par de semanas, invita a la reflexión y habilita la felicidad vestida de naturaleza virgen. Un buen estado de ánimo que sólo se ve alterado al contemplar, a lo lejos, debajo de la antena de televisión encima del puerto de la Carrasqueta, el hotel del Ayuntamiento Pou de la Neu, cerrado y abandonado a su suerte desde hace ya demasiado tiempo, por lo menos desde Navidad.

Una deuda, una factura, demasiado elevada a la que tendrán que dar respuesta ante el pueblo nuestros políticos locales.

Y pinos secos, demasiados, muertos tras tumbarlos la virulenta tormenta Gloria de enero de 2020, en territorio preferentemente de Ibi. En Xixona se realizó un gran trabajo en las estribaciones y laderas de la Serra del Quarter, tanto en zonas privadas como públicas. Una de las áreas donde los remolinos de viento, lluvia y nieve causaron mayor destrozo de todo el valle vegetal del Arcaíd y Vivens.

Y en eso que, tras un último repecho desde el alto del Esberzerets, con refugio del ayuntamiento ibense incluido, arribamos felizmente al alto de la Carrasqueta o cima del Corbó, también en término municipal de Ibi, aunque por muy pocos metros de separación. Un lugar a 1.205 metros de altitud desde el que se divisan, sobre todo, las montañas de la Marina Baja, con el Puig Campana sacando pecho.

 

Pero nuestro objetivo hoy es alcanzar Ibi no sin antes encumbrarnos en el alto más elevado de Xixona, la cima de El Cremat, también conocida como cima del Quarter, de la sierra del mismo nombre. A esos 1.242 metros el atípico sol veraniego de finales de marzo no lo es tanto.

El sendero, que más parece camino de muflones, ciervos, cabras y algún jabalí navajero, te lleva desde el cruce y bifurcación de Els Esberzerets hasta la cima total de Xixona.

Pronto oteamos el dibujo del pueblo de los juguetes y muchísimo más. De un municipio que siempre ha estado en nuestros pensamientos por razones de vecindad y, desde hace justo un año, por razones mucho más personales tras la repentina, irreparable y siempre dramática pérdida de mi querido hermano.

Hacía 30 años que no había regresado a ese punto, al más elevado de Jijona, desde donde se atisba el paisaje vertical no sólo de la monumental falla tectónica la cordillera de la Carrasqueta y la Primera Querena quebrada, de súbito, en las Penyes de Roset; sino también, en lontananza aun con la telaraña de la calima, de la bahía alicantina y del omnipresente cabo de Santa Pola. Por no hablar, en días claros, allende frontras en tierras de Torrevieja, Santiago de la Ribera e incluso Cartagena.

Un mineral justo a 1.242 metros de altitud que parece un cacho de masa de coral marina nos habla de millones y millones de años. Delicadamente, nos guardamaos el hallazgo, pues nos genera tanta alegría como si de un euro o un céntimo de euro en pleno monte se tratara, acaecido en precedentes días de asueto y caminata.

 

Nuestro gentil e infatigable compañero de veredas y senderos, Miguel Valois, nos pasa una fotografía captada ya en pleno descenso hacia el casco durbano de Ibi. Con carrascas enseñoreando el paisaje de calima en la distancia con el aún más icónico picaho de la Penya Migjorn vista desde otra de sus más de mil y una caras.

 

Y aún nos queda la vertical, no sin antes cruzarnos con otro paseante que toma el sendero natural y cómodo dels Esberzerets. Nosotros, en modo cabra montés o arruí, tiramos por la calle de enmedio, es decir, por el cortafuegos, con resbalones por doquier que felizmente no se tornan en ningún caso en caídas culo abajo.

La verdad que nunca habíamos palpado tanto la sierra que separa el Arcaíd jijonenco de la Canal ibense, ni sus umbrías de carrascas, coscojas, pinos carrascos y robles.

 

 

Ni los campos antañones de almendros marcones, perfectamente alineados y arados con el fruto plenamente cuajado, en el pueblo vecino de la cuna del turrón.

Y caballos ya saludando el recibimiento de los caminantes junto al sendero de chalets y casas de labranza, más bajo de las grandes fincas de los terratenientes. Equinos juguetones que más parecieran por su porte y dócil movimiento sacados de la mismísima cabalgata de los Reyes Magos de Oriente.

 

El sol empieza a blandir su sombra enfrente, en la sierra del Menejador, a espaldas de la Mariola.

Por sus cuatro costados, Ibi huele a terruño adecentado, a bonhomía, a moros y cristianos, a hombres y mujeres tremendamente trabajadores en talleres, fábricas y almacenes. Ibi huele, además, a magia perenne e innata, a recuerdos de infancia, a una vecindad con Jijona largamente acariciada y bien llevada.

 

Aunque no sea éste mi caso hoy y desde hace justo doce meses, Ibi huele a vida desatada.

Serra del Quarter, el punt més elevat del vast terme de Xixona

La vida es corta, pero dulce! La vida és curta, però dolça!

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