Xixona pel raïm

Reproducimos íntegramente este artículo histórico y de citas bibliográficas sobre la variedad Valencí del Cronista Oficial de Xixona, Bernardo Garrigós, por si algún xixonenc se anima a recuperar esta preciada fruta, cuyo cultivo acabó por abandonarse en la década de los años 40 del siglo XX

“En Jijona es producción típica la de uva para mesa, que se conserva en la parra hasta fin del invierno.” (Carreras Candi, 1925: 93)

“Per a bon raïm, Xixona

Per a figues, Ontinyent

Per a gaiatos,Corbera

Per a taronges, Carcaixent” (La Voz de Jijona, 1878-9: 6)

 

Tal fue la calidad de nuestra uva que se convirtió en un producto muy apreciado y buscado. Muestra de ello es que el Ayuntamiento  de Xixona obsequiará a sus procuradores con turrón y uvas, según aparece en un acta capitular del 11 de diciembre de 1750“Otro si: Acordaron se mande comprar tres docenas de cajuelas turron para el Abogado y Procurador de la Ciudad en la de Valencia, y dos para Diego Pérez de la Riba, tres cajas de uva, una para cada uno. Se da comisión a D. Valeriano Bernabeu, con lo cual se feneció este Cabildo…y lo firmo.(Galiana Carbonell, 1986: 63).

Su extraordinaria calidad sirvió para agasajar a los principales mandatarios de nuestro país. Cuando Niceto Alcalá Zamora, presidente de la II República, visitó Alicante el 15 de enero de 1932 como nos dice el periódico la Libertad : “Un grupo de muchachas de Jijona se acercó a la tribuna haciendo entrega al presidente de unos frutos raros en este tiempo, tales como uvas y melones, una fuente de hermosísimos y famosos tomates de Jijona y productos de las célebres dulcerías de aquella ciudad”. Estas uvas fueron regaladas por Enrique Llorens Mira de su finca de Segorb y dado que no quiso cobrar el pleno del Ayuntamiento del 30 de enero acordó “por unanimidad se consigne el agradecimiento de esta Corporación y se den las más expresivas gracias al Sr Llorens por su despredimiento”.

Jaume Miquel ha constatado que, durante el siglo XVIII, las principales variedades eran Valencí y Clotet.

Pero Carlos Beramendi (1994: 181) en su visita por Xixona en 1794 apuesta por la primera: “(…)y gran variedad de uva de parra, conocidas por el nombre de Valensí Blanco(…)” .

En el siglo XIX la variedad más apreciada seguía siendo la variedad Valencí, según nos narraba Augusto Echevarría en 1875 en su memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Alicante

En el siglo XIX la variedad más apreciada seguía siendo la variedad Valencí, según nos narraba Augusto Echevarría en 1875 en su memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Alicante:“Entre las uvas para comer muy especial mención la llamada Valensí, cuyo centro de cultivo está en Jijona. Es una uva de grano voluminoso, piel algo fuerte, sin ser desagradable al paladar, semilla pequeña y gusto azucarado.” (Vidal Olivares, 1986: 420).

El jijonenco nunca ha escatimado esfuerzos para conseguir una uva de extraordinaria calidad. Jaume Miquel ha comprobado que durante el S.XVIII las tierras dedicadas a la vid eran las más fértiles, las dedicadas al regadío. Incluso cuando, desde principios del siglo XVIII, se produjo una expansión de su producción se pusieron en cultivo no tierras incultas, periféricas y dispersas, si no más bien todo lo contrario: zonas de regadío, pues se aseguraba su mantenimiento y producción. Jaume Miquel también ha comprobado que en los contrato de arrendamientos pactados en el siglo XVIII se estipulaba  que: -se dará 3 rejas al año a las parras-se le darán dos cavas a las cepas, –se le amorgonará para que aumente su producción. (Miquel Peidró, 1986: 173).

El cronista Antonio Cavanilles, que visitó Xixona a finales del siglo XVIII, ratifica los cultivos recibidos por las vides y nos dice lo siguiente: “Otras convierte en graderías las cuestas rápidas, anivela los campos que resultan, y los fortifica con sólidas murallas que contengan la tierra: allí planta frutales de toda especie, y siembra trigos, maices y hortalizas que se suceden sin interrupción. Construye las murallas de modo, que á quatro pies de altura dexen una grada de un pie de ancho, y sucesivamente otras, donde planta las parras que dispone en toldos sostenidos con palos y cañas entretexidas, cuyo conjunto forma vergeles deliciosos, y sumamente útiles en todas estaciones”. (Cavanilles, 1795-7: 187).

Figueras Pacheco en su descripción de la provincia de Alicante nos detalla estos cuidados: “Los labradores defienden los racimos de las inclemencias del tiempo y del daño que puedan ocasionarle los pájaros, dotándoles de artefactos y gasas, y cortan además cuidadosamente todo grano que dé señales de haberse estropeado” (Carreras Candi, 1925: 949).

La comercialización de este producto se trato con mimo, según nos dice José Ferrándiz en 1901 en su análisis de la industria en la provincia de Alicante: “Esta uva la dejan en la parra hasta los meses de Noviembre y Diciembre. En esta época la cogen con cuidado para que no se magulle y la colocan en cajoncitos de madera donde caben de 4 a 6 libras, separando los racimos con algunas hojas de parra. Clavan los cajones y los envían por todo el mundo antes de las fiestas de Navidad, dejando este comercio cantidades considerables al industrioso pueblo de Jijona” (Vidal Olivares, 1986: 233).

La extraordinaria calidad de la uva de mesa y el hecho de que su producción se alargara hasta finales del invierno: “se conserva hasta los últimos meses del invierno, siendo frecuente que los propietarios de predios exijan á sus colonos la entrega de algunos racimos de aquella uva el día de San José.” (Carreras Candi, 1925: 949), “También conservan en la vega o barranco llamado del Moro ubas y pimientos frescos una gran parte del año y muchos meses después que se acabaron estos frutos en otras partes, con lo que ganan mucho sus naturales” (Castañeda y Alcover, 1919: 93), la convirtieron en un manjar muy apreciado y buscado y del que se obtenían importantes beneficios.

Es por ello que junto con el turrón hayan formado un tándem muy apreciado: “La uva de Jijona, es en sus mesas de venta, compañera obligada del turrón y demás confituras” (Llorente 1887-9: 910). Cuando en 1903 el Gremio de Turroneros, sociedad que unía a los empresarios de tan dulce alimento, creó un sello para garantizar la calidad de los turrones en su imagen gráfica aparecía un hombre y una mujer ataviados con el traje tradicional, sujetando cada uno una barra de turrón y un racimo de uva.

La comercialización de la uva a finales del siglo XIX estaba bastante extendida y alcanzaba lugares recónditos

La comercialización de la uva a finales del siglo XIX estaba bastante extendida y alcanzaba lugares recónditos como así se expresa en un artículo publicado el 1 de septiembre de 1894: “permite llegar fresca, rica y apetitosa hasta los últimos días del mes de diciembre y primeros de enero(…) (en 1883) hemos comido uva de Jijona en primero de enero en Viena, la capital de Austria. (Espí Valdes, 1994).

La producción y la comercialización de la uva de mesa resultaba beneficiosa para el agricultor jijonenco a principios del siglo XX: “La uva obtenida de esta manera alcanza precios remuneradores” (Carreras Candi, 1925: 949).

El Directorio Valenciano (Bailly Bailliere-Riera) de 1915 nos da un listado de los exportadores de uva: “Coloma (Francisco) ; Coloma (José)Garrigós (Vicente)Llorens (Pascual) “.

A Marsella y Cuba

Jaime Monerris Garrigós apuntó que sus antepasados Vicente Garrigós Bernabeu, Xacó, tenía un puesto de venta en Valencia y José Verdú Monerris, Pepe el del Almacen, exportaba uva de mesa a Marsella y Cuba. Como curiosidad los racimos de uva se colocaban dentro de bidones de roble americano con corchos desmenuzado para evitar la humedad del mar durante la travesía.

Sin embargo, las crisis agrícolas y la incipiente industrialización terminaron con la comercialización y casi con su producción a inicios de la década de los 40.

La vida es corta, pero dulce! La vida és curta, però dolça!

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