En toda la ruta únicamente hemos pasado por una zona con cierta humedad en la tierra, en la umbría de la bajada desde Penya Reona hasta la fuente de Gordollobos; el resto ha sido un camino polvoriento y pegajoso en unas Navidades más propias de las vísperas del verano con sotobosque con cara de sed y pinos que se secan en las grandes laderas dels Plantadets, Vivens y el Arcaid sin saberse muy bien por qué
Arrancamos la ruta, que pretendemos circular, de las más espectaculares con permiso del Montagut y el Llentisclar, con vistas panorámicas desde la explanada de la mítica e icónica Venta Teresa, donde tomamos café hospitalario de los hermanos Toni, Gloria y María Teresa.
Son las nueve en punto y, tras la resaca del segundo día navideño (o tercero, según se vea), apenas sí hay tráfico en la antigua nacional 340, salvo un camión basurero de la zona alcoyana cuyo chófer también desayuna.
Es un día en el que, según nos cuenta Toni el posadero, había amanecido con el skiline de Alicante nítido y cristalino. Pero era mero espejismo. Tras días de intenso calor en toda España y más aún en la capital alicantina en una Navidad climatológicamente preocupante, la niebla se ha enseñoreado en ese horizonte con el Mediterráneo de tablón de fondo.
Pareciera que la ermita de Santa Bárbara y macizo del mismo nombre, junto al barrio de Segorb de Jijona, hiciera las veces de barrera divisoria, pues la niebla se inicia justo en ese punto y en las colmenas dóricas del regazo dels Almaens.
Iniciamos la circular, que se queda en media circunferencia al fallarnos las fuerzas a mitad de travesía, por la finca Sindiquer de Dalt, la cual tuvo en su día todas las papeletas para convertirse en uno de los polémicos PAI de ladrillos y hormigón.
Por la senda hasta alcanzar la cima, tras pasar por la calle Dalí de la urba de Penya Redona, el punto más elevado de este mazacote, que, como se ha dicho, parece haberse desgajado de la primera y segunda Querena de la Penya Migjorn por efecto de alguna falla hace millones de años.
Aún no hemos asomado el morro por la cresta y, sobrevolando en círculos concéntricos sin cesar, un grupo de diez buitres parecen buscar comida, quizás alguna cabra muerta por causas naturales o por la acción de los rifles de alta precisión y calibre grueso.
Y el humo toda la jornada presente, hasta que sobrepasamos la cresta de la sierra de la Carrasqueta, de las quemas agrícolas de una finca de la partida de Sot, humo que en ocasiones llega a molestar al caminante, tal es la descomunal columna blanca, que incluso llama la atención de los guardianes del bosque, hoy zigzagueantes por picachos y hondonadas.
No en balde también trasiegan por los cotos privados de la zona cazadores del arte del rececho, uno de los cuales, conocido jijonenco, acaba de abatir un macho de grandes dimensiones y cuerna de la serie cabra arruí, demasiado frecuente en estas montañas, pues el pasado viernes nos cruzaron la carretera un grupo de no menos diez ejemplares de gran trapío.
Y en eso que, tras el bocadillo y el zumo, nos adentramos en la única zona de la ruta con algo de humedad. Es evidente que es umbría por la cantidad de pinos adultos y por la disposición de la montaña al abrigo posterior de la línea casi infinita de la sierra Carrasqueta. Sombras agradables y más si cabe agradecida en jornada primaveral en el corte del río Coscón y en toda la montaña jijonenca, en plena Navidad que más pareciera vísperas del verano que invierno recién inaugurado.
Un desastre lo del cambio climático, para la biodiversidad, incluidos los humanos.
Acantilados de vértigo justo encima de la fuente de Gordollobos, quizás cerca del nacimiento auténtico del río Coscó, afluente que lo es del río Seco cuando se suma al otro torrente jijonenco, el de Serra o Serrat.
Ensordidor silenci als penyassegats del naixement del riu Coscó, on cria l'àguila reial 🦅i el cérvol 🦌, prop de la font de Gordollobos, a esquenes de la serralada de la Carrasqueta 🌳#Xixonahttps://t.co/eGjErJ0JAk pic.twitter.com/zZG1qxDW57
— Bernat SirventColoma (@BernatSirvent) December 27, 2022
Una suerte de rincón, donde son visibles los nidos perfectamente fabricados por las parejas de águilas reales y de otras especies carroñeras, y donde también crían ciervos y jabalíes junto a riscos y piedras horadadas por la erosión de vientos y nieves de otros tiempos.
Un rinconcito con un silencio realmente ensordecedor. Apenas sí roto por el vuelo a diez mil pies de algún avión chárter con destino directo al aeropuerto playero de Benidorm.
Tras otear, más allá del Montagut, la silueta del pichaco del Puig Campana, emprendemos camino de vuelta por la propia urbanización, un remanso auténtico de silencio y paz de no ser por las siempre molestas motoclietas de gran cilindrada, tanto más ruidosas cuanto más próxima está la carretera de la Carrasqueta hacia Jijona o Alcoi.
Y tras observar los destrozos en los ventanales de madera a cargo de animales humanos, que los hay a puñados, nos embarga de emoción cómo una mariposa amarilla, de vuelo delicado, se posa en un quitamiedo de hormigón con vistas al principal valle jijonenco.
Quizá el mejor símbolo de que, lejos del invierno climatológico, hoy la montaña de Jijona sabe a sal de sudor y saliva de calima veraniega
De repente, llegan motoristas y automovilistas sedientos y hambrientos a la mítica e icónica Venta Teresa. Las hermanas se levantan de su mesa en la que se daba ya cuenta al postre para preparar en la cocina las viandas que piden los visitantes con chupas y pantalones de cuero. Un salón en el que sobresale el cuadro de Gloria, la yaya de las motos y el giraboix, y la lumbre de la enorme chimenea, muy disminuida por no decir prácticamente apagada debido a ese preocupante cambio climático.
El giraboix, por cierto, sólo lo podrá degustar y disfrutar con la receta de la señora Gloria en Venta Teresa si se apunta en la atiborrada lista de espera. Hoy algo más magra, si cabe.
¡Un modo brillante de darle vida al paladar!
La iaia de les motos i el giraboix hi és present encara a Venta Teresa
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