La severa escasez de precipitaciones desde hace demasiados meses en tierras de Xixona, totalmente manifiesta en los tristes, amarillentos, mustios y doblados baladres, signo inequívoco de sed, no impide realizar un trayecto amable y polvoriento por angostas gargantas donde anidan con exagerada profusión jabalíes y cabras arruís, hoy más ocultos que sus rastros
El río Serra o Serrat nace a los pies del puerto de la Carrasqueta y del Montagut, en cuyos alrededores, en la agreste partida de Bugaia, existen multitud de fuentes, la mayoría de ellas con buen caudal después de generosas precipitaciones en forma de lluvia o nieve, o
Ni una ni otra de estas circunstancias climatológicas están siendo aliadas en este aciago, por parco pluviométrico, año hidrológico. Ni en tierras jijonencas ni en prácticamente ningún rincón de la Comunitat Valenciana.
Antiguamente, el río de Serra o Serrat ofrecía un caudal considerable los meses de otoño e invierno. Un caudal alegre que menguaba al llegar la primavera, pero que incluso se mantenía vivo hasta bien entrada la estación del verano.
Eran otros tiempos y otros climas, sin cambios globales y preocupantes como los actuales.
Tampoco era escuálido el caudal de otro río importante que riega de antiguo las vegas de Xixona: el de La Torre, con origen en el municipio del mismo nombre, a las faldas del Rontonar, del Montagut por su parte posterior, del Buite o de la Grana. Con sus correspondientes fuentes de agua caballera, también generosa tras lluvias o nieves copiosas.
Otro tanto ocurre con el torrente Coscó, otro afluente (como los dos anteriores) del río Seco, que siempre ha hecho honor a su nombre por estas latitudes turroneras pero que hoy, más que nunca, rubrica su nomenclatura por mor de sequedad extrema por culpa de unas nubes que, de vez en cuando nos visitan, pero que no quieren llorar, ni reír, ni cantar. Ni parecen saber hacerlo ya.
Su porte erecto y hojas perennes se torna hoy en un arbusto triste, amarillento, mustio y doblado. Son los baladres, plantas autóctonas de todo caudal de río que se precie en este trozo de Mediterráneo. Una imagen inusual y para cuyo recordatorio en idénticas circunstancias nos cuesta gran esfuerzo de rebobinamiento cerebral.
Imagen por no decir absolutamente inédita en estas fechas de un febrero siempre frío, con cerros y picos blancos de nieve y humedad cristalizada por las heladas
Por no decir que nos es absolutamente inédita en estas fechas de un febrero siempre frío, con cerros y picos blancos de nieve y humedad cristalizada por las heladas de la noche o de la umbría siempre.
Almendros de injertos tradicionales y otros novedosos, con flores blancas, rosáceas y fruto de maridajes de savia de laboratorio hoy, en teórica plena eclosión, proporcionando color y ensueño al caminante sólo a medio gas.
Almendros nobles y alegres
Los almendros, esos árboles nobles y alegres traídos en su día de Asia y que en esta zona de Jijona tanta satisfacción han dado al transformarse en forma de exquisito turrón patanegra con denominación, se han disfrazado, como los baladres, también de cierta tristeza frente a su exhuberate y milagroso colorido pituitario.
En este rincón de Jijona, a un paso literal del propio casco urbano, la falta de lluvia y el polvoriento caminar por encima de pequeños acueductos seculares de piedra seca fruto del aprovechamiento extremo del agua, no impiden una experiencia plancentera para todo amante al senderismo que se precie.
O a la excursión o a la contemplación de saltos de agua, de pequeñas presas artificiales, de charcas en cantos muy rodados hoy, más que menguados, desaparecidos del paisaje. Pero siempre amables y placenteros.
Ajenos totalmente al seco y estéril cielo, los elementos de la fauna salvaje viven a sus anchas. No es la primera vez que nos hacemos eco de que la población o súper población de jabalíes y cabras arruís se va de las manos y se aproxima, con extrema celeridad, a las vegas y vallecitos próximos a Jijona. O sea, cerca, muy cerca ya, del casco urbano y de la plaza del pueblo, como quien dice.
Animales hoy ocultos, pese al cielo plomizo y el silencio de esta tarde angosta, pero no sus rastros de todo tipo, con auténticas autopistas en el campo que los llevan de los cauces de estos afluentes ríos a la montaña de Almadens o, mucho más allá, casi saludando a diario a sus moradores, a los bancales de almendros, frutas y hortalizas de Xixona. Con camas y alcobas de sotobosque entre baladres, zarzales y ramajes de pinos carrascos.
Y ajeno, el o la animal que se empeña en empequeñecer la bondad de la Naturaleza a base de mascarillas quirúrgicas
Ajena también a esta severa sequía, la ardilla, otrora a punto de plaga y hoy algo más menguada, que nos saluda, esquiva ella, mientras derrocha gran energía y gemidos cuando escala como una exhalación a la copa de un vigoroso pino centenario.
Y ajeno, el o la animal que se empeña en empequeñecer la bondad de la Naturaleza a base de mascarillas quirúrgicas, que nos topamos caminando prácticamente siempre y en todos los lugares. Incluso a pares. Pedazos de salvajes que tenemos entre nosotros, más, mucho más y con menos cerebro, que los que anidan en verdad el monte.
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