Cuando el esfuerzo senderista se realiza con compañeros que suman a su condición de buenas personas el amor profundo a la naturaleza y a su pueblo, ni los tres grados bajo cero de la bifurcación entre els Plans y La Torre de les Maçanes son suficientes para paralizar los dedos de las manos, ni siquiera para nublar las ideas con las que gozar de un paisaje selvático, siempre de ensueño
La mítica Venta Teresa es, de nuevo, parada obligada, fonda hasta para el ilustre giraboix. Lumbre con calor humano y ambiente hogareño en pleno invierno, un invierno que se hizo de rogar y que, como era previsible, llega con todo su vigor pese al incesante cambio climático.
El frío muestra su faz hoy, martes, justo un mes después de Nochebuena. Y los cafés que nos preparan María Teresa y Gloria, las educadas y serviciales posaderas de la Carrasqueta, saben hoy más que nunca a gloria. Como ese característico aroma a tostada de pan recién horneado y a leña de almendro en combustión en tamaña chimenea.
La previsión meteorológica era hoy de frío intenso durante la madrugada del lunes al martes y, quizás, alguna gota que podría convertirse en nieve, pero sin llegar a cuajar. Se cumple el vaticinio.
Y mi excepcionalmente excepcional compañera senderista de hoy, que muestra tanta sensibilidad para interpretar a Chopin con la flauta travesera como para disfrutar del paisaje e interpretar la naturaleza viva de Xixona, ya muestra su sorpresa en la primera escalada desde el puerto hasta el Pou de la Neu.
De repente, con el termómetro ya a cero grados pese a ser las diez de la mañana pasadas, el color blanco se impone al verde aceituna de pinos, encinas y carrascas.
Es un frío intenso que hiela literalmente los brazos y las piernas de los árboles y arbustos.
El tiempo no está para bromas. En el horizonte, quizás por el oeste, quizás por el norte, amenaza posibles temporales de nieve pasado el mediodía, algo que no se va a cumplir finalmente.
Quizá donde más frío hace es un poquito más arriba, junto al Pou de la Neu rehabilitado hace tres décadas y que no se puede visitar. El concesionario del hotel del Ayuntamiento de Xixona mantiene cerrado a cal y canto el establecimiento, lo que impide a los ciudadanos poder disfrutar de su mirador panorámico, con vistas preciosas al valle de Xixona y la partida inmensa y bella de Bugaia.
Y seguimos camino arriba, pasando la antena de televisión o no se sabe muy bien de qué, que también parece camuflada ciertamente de blanco de frío intenso, de rocío cuajado durante la invernal madrugada.
Y pinos y carrascas y encinas y coscojas y hasta romeros y aliagas se visten de blanco impoluto.
El paisaje blanco parece sacado de un cuento navideño noruego
Es llegar a la bifurcación entre Els Plans y Monteagut o La Torre de les Maçanes y el frío es, si cabe, algo más frío, gélido de verdad. Pero el paisaje blanco parece sacado de un cuento navideño noruego.
Nada, ni siquiera los recientes repechos con el aire gélido penetrando en los pulmones; ni siquiera las nubes que vienen de más allá de la icónica Aitana, quizá amenazando alguna nevada a la vuelta de la esquina, nos detienen en nuestra ruta a la selvática subida a Monteagut.
Antes, aún hay tiempo de observar los efectos del frío intenso de la madrugada sobre una charca bebedero de animales salvajes abajo, ya en término de La Torre, en descenso directo frente al cabeç de la Barsella, junto a los corrales dels Matets, un rincón con encanto.
A la ruta de hoy tal vez sólo le ha faltado algún atractivo más de fauna silvestre, pues las reses de caza mayor, como jabalíes, cabras arruis, muflones y los huidizos y sigilosos ciervos, han desaparecido del lugar como por arte de birlibirloque.
En realidad, no se han ocultado en el bosque por arte de magia. Poco después de observar que se ha producido un desprendimiento de margen de piedra seca en los Matets, enfilamos la subida al Montagut por el cerro que hace de fiel escudero y cuyo nombre desconocemos.
Y es en este punto, estación base para las necesarias monterías que permitan reducir la cabaña de jabalíes, por aquí también desmadrada, donde hallamos rastros importantes de sangre pegajosa, como si aún estuviera caliente.
Tan fresca y encarnada es la muestra que confirma las recientes cacerías en la zona y el arrastre, sendero abajo, de piezas ocres y peludas de más de un navajero, víctimas del certero disparo de un fusil cinegético.
El perfil de la montaña, el confín entre los términos de Xixona y La Torre, es zona de querencia de animales, lo que se observa en los revueltos movimientos de tierras y piedras a un lado y otro de la ladera. Hoy ni el olor característico a reses de selvática fauna lugareña los delata.
Deben andar encamados, tras el tiroteo y la traca de jauría del fin de semana, en el mar de pinos del Llentisclar, els Canyarets, la Capúa y el Gurugú, ya a tiro de piedra del pueblo del turrón.
El tiempo sigue inestable. Pero el sol se empodera tanto como una pareja de buitres de dimensión importante que surcan el cielo al lograr pisar la cumbre de Montagut, algo por encima de los mil metros de altitud, algo por encima de las mejores perspectivas que pueda ofrecer cualquier paraje encantador de la Costa Blanca rural.
En ese oceáno de pinos y otras especies, como el rojizo lentisco, descendente hacia el sur, hacia el pueblo del turrón y, a la izquierda, el brillo permanente del mar Mediterráneo.
El tiempo hoy es oro, porque hay que regresar con cierta celeridad, por ello aprovechamos el claroscuro de nubes medias y altas para sacar nuevas fotografías de ese valle que, en dos grandes surcos, verdean de arriba abajo sin descanso alguno, aunque con extrema serenidad y estruendoso silencio.
Una ruta de dureza media que ni el frío ha podido desbaratar hoy. Con una compañera de ensueño que interpreta igual de bien a Chopin que el diálogo con el paisaje y el poema con la naturaleza viva jijonenca.
Sólo observar la gélida soledad y el más absoluto abandono y renuncio municipal del restaurante y hotel Pou de la Neu nos devuelve a la cruda realidad.
Pero eso ya es otra historia.
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